Un año de oportunidades
Por: María Gracia Banderas
El aire colonial del Centro Histórico, la imponencia del monumento emplazado en la Mitad del Mundo, la magia de sus parroquias rurales, el moderno dinamismo de la zona comercial, la pintoresca seducción de La Mariscal, su arte, cultura, y sobre todo su gente, hacen de Quito un lugar para disfrutar una y mil veces.
Llegamos a una calle que nos sitúa en un cuento de hadas, de altos y frondosos árboles cuyas sombras otorgan cierto misterio. Nos rodean diversos colores y casas antiguas. Estamos en plena zona de La Mariscal, en esta calle, la Juan Rodríguez, que brinda a los transeúntes un calmado aire europeo.
Llegamos al Hotel Antinea, de estilo francés y con ciertos toques barrocos, que funciona en una de las casas patrimoniales de la mencionada zona. Se abre una puerta, nos recibe Sarah Garcés, Reina de Quito, quien ha dejado el negocio de la familia en stand by mientras se dedica de lleno a su labor como soberana de la capital.
Entramos al lugar y saludamos con los turistas franceses que están en el lobby. Disfrutan del último café ecuatoriano mientras se despiden de quienes se han convertido, luego de su estadía, en sus nuevos amigos. En un apartado inicia esta conversación con Sarah, quien nos comenta que estudió durante cinco años en Francia, donde obtuvo su licenciatura en Administración de Empresas y posteriormente realizó una maestría en Marketing y Comunicación.
Su experiencia en ese país le ayudó a descubrir el verdadero sentido de la libertad y responsabilidad, y a apreciar la riqueza que aportan las diferencias de pensamiento entre las distintas nacionalidades. “Experimentando esa distinta forma de vida me abrí mucho más a conocer nuevas personas. Aprendí a ser tolerante y paciente”.
El Hotel Antinea, de propiedad de sus padres, tiene la edad de Sarah. Los temas relacionados a hospitalidad y turismo han sido, desde que tiene memoria, parte de la sobremesa familiar. A su regreso a Ecuador prestó sus servicios para una empresa externa, y posteriormente sus padres le abrieron las puertas del negocio familiar para que se hiciera cargo. “Es hermoso experimentar de cerca cuánto puedes aportar a la ciudad y al país. Hay ocasiones en las que la empatía con los huéspedes es tan grande que incluso les acompaño en sus tours por la ciudad.”
“El objetivo es que se sientan como en casa, y lo hemos logrado, pues hay gente que elige a Antinea para establecerse durante varios meses, mientras cumplen con sus objetivos laborales o personales en la ciudad”.
Como buena anfitriona de su ciudad, Sarah conoce los hermosos parajes que Quito ofrece a los visitantes. Se refiere a la zona de La Mariscal, en la que también se ubica su hogar, y señala que aquí hay todo lo necesario para vivir una experiencia más que satisfactoria. “Hay galerías de arte, cafeterías, variada oferta gastronómica, diversión nocturna… cada calle tiene su atractivo”.
Sarah se ha sentido como embajadora de la capital desde que es muy joven debido a la actividad en la que está involucrada con su familia. Sin embargo, ahora como Reina siente la responsabilidad de velar por los quiteños, y por supuesto, representar a la ciudad. “Se trata de un año en el que tengo la gran oportunidad de hacer algo por otros, de aportar desde un ámbito de generosidad y ayuda al prójimo para dejar una huella importante. No a todas las personas se les abre esa puerta”.
Las labores de Sarah están enfocadas en los grupos vulnerables de Quito. “Uno de mis proyectos se concentra en mejorar la calidad de vida de las personas que se encuentran en condiciones de mendicidad; otro proyecto velará por aquellos menores que están expuestos al trabajo infantil; y, además, la prevención de la violencia de género. Finalmente, promoveré la importancia del tiempo compartido tanto con niños como con adultos mayores”.
Sarah cuenta que siempre ha tenido grandes ideas para su vida, pero que le costaba ponerles fecha porque siempre estaba a merced de que “las oportunidades aparecen cuando menos se las espera”. “Mis familiares fueron quienes me incitaron a participar en la elección de Reina de Quito, esta era la oportunidad para cristalizar los proyectos que tenía en mente, era el momento de poder trabajar para mi ciudad y de ayudar a una gran cantidad de personas”.
Sin duda el título que ostenta agrega valor a su perfil profesional. “Te cambia la vida, te permite madurar en aspectos que tal vez sin esta experiencia te llevaría muchos años, y te da una visión distinta de la realidad. Este año pondrá a prueba mi capacidad de autogestión. Tengo que sacar adelante proyectos, hacer contactos y atraer gente para trabajar conmigo. En una empresa se pueden hacer varios proyectos, pero creo que nunca puedes reunir tantos en un solo período. Tengo un año para poner en marcha todo lo referente a mi profesión y forma de vida”.
Al estar alejada por más de cinco años de Quito, nos intriga saber cómo Sarah mira a la juventud quiteña. “Es bastante conservadora, muy tradicional, aunque siento que ha abierto su mente y está presta a aventurarse por el mundo. Un indicador de aquello es la manera de divertirse, por ejemplo, salir de viaje durante el fin de semana para experimentar y conocer lugares desconocidos. Los jóvenes estamos comprometidos con la ciudad, cuidamos su orden, su aseo y su sustentabilidad”.
Para ella implica una gran responsabilidad ser ejemplo de muchas niñas y adolescentes que durante este año seguirán sus pasos, y estarán atentas a su forma de actuar y de proceder. “Quisiera motivar con mis acciones a la ayuda desinteresada, a siempre dar lo mejor de uno. No quiero que me vean lejana por ser una figura pública, todos somos importantes y todos tenemos una misión en la vida”.
Sarah tiene la meta de dejar un legado de amor al prójimo y a la ciudad. “Amando a tu ciudad, amas sus costumbres y a su gente; procuras su bien y su cuidado. Es la única manera de decir con orgullo “soy quiteño”.
Sarah concluye que más allá de cualquier promoción turística que se haga de Quito como destino, los mejores y más grandes embajadores somos cada uno de los ciudadanos, quienes, asimilando nuestro sentido de pertenencia a la capital, sabremos transmitir toda la riqueza que Quito tiene para ofrecer.