Por: Caridad Vela
Veinte minutos con Marcel Wanders me permitieron descubrir al genio creativo que está detrás del sorprendente diseño de interiores de OH, el nuevo proyecto de Uribe & Schwarzkopf ubicado en la Ave. González Suárez. “Quito es el corazón del mundo”, me dice, “miras a un lado y otro y siempre sabes que es Quito, porque el paisaje es único. Amo esta ciudad, me inspira”.
De carácter relajado y a la vez imponente, Marcel muestra abiertamente su rebeldía ante el status quo que impera en la sociedad actual. Su éxito no es casualidad, es, por el contrario, producto de la reacción ante un mundo conformista que se subyuga ante ciertas reglas de estética, que se han internado en la mente de la gente.
“El diseñador de interiores es un alquimista que tiene la habilidad de crear lo que vive en la ilusión y los sueños del ser humano”, expresa enfáticamente cuando describe su trabajo. A su criterio, el cerebro de la gente tiene una función específica, que es totalmente distinta a la del corazón, y es esa diferencia la que hace que cada persona sea quien es. Para encontrar felicidad, esa individualidad debe ser atendida en los espacios donde se desarrolla su vida y la de su familia.
Y deben ser auténticos, actuales y correctos para cumplir el objetivo. Colocar una mesa porque se necesitará un lugar para comer es una deducción fácil que subestima la necesidad de vivir del ser humano. Si esa mesa tiene tamaño, forma y texturas creadas para provocar sensaciones, y además está ubicada con inteligencia emocional considerando el entorno, se estará respetando la vida. “Este edificio es hermoso, su ubicación es increíble, tiene maravillosas vistas, y representa el sueño de mucha gente. Para ellos hemos hecho alquimia”.
Moviéndose en tipologías distintas que fueron creadas en base a conversaciones con un buen número de personas locales, Marcel se inspiró para proponer ambientes que estimulan a quien los visita. El observador se encantará con el efecto, sin ser capaz de desmenuzar los detalles que lo conjugan, pero sentirá que está en espacialidades fuera de lo común.
Los trucos empleados por la magia del diseñador amplían espacios a la vez que los iluminan aprovechando el sol ecuatorial; los colores cálidos estratégicamente se interrumpen con detalles que llevan la mirada hacia elementos de diseño exclusivo; las alturas y grandes ventanales se acoplan al paso de quien transita estos espacios, mientras la armonía fluye ininterrumpidamente brindando nuevas experiencias.
“Llegamos a los corazones porque antes de empezar el proyecto investigamos mucho la ciudad y a la gente que queremos convocar. El producto final es como una profecía auto cumplida, porque en estas conversaciones robo ideas de sus cerebros y sentimientos de sus corazones, y se los devuelvo trasladados en diseño”. El tamaño de las ciudades actualmente dispersa a los amigos y familiares, y atenta contra la realización de actividades sociales que son necesarias. La respuesta es traer todas esas funciones a casa, creando el escenario adecuado para ser quienes realmente somos y vivir como queremos.
La céntrica ubicación de OH es idónea para estar cerca de todo lo necesario, y para complementar el estilo de vida ideal, las amenidades que incorpora el proyecto van más allá de lo imaginado. OH ofrece espacios creados con detalles que atraen al potencial comprador. “Lo importante es que la función y el entorno representen quién eres y cómo te valoras a ti mismo. Es importante que cada uno dibuje su vida, porque todos merecemos vivir como imaginamos”.
Al indagar en lo que tal vez es la pregunta más común para cualquier diseñador, ante la que he escuchado una enorme variedad de respuestas, Marcel me sorprende con la suya. ¿Qué impulsa tu creatividad? “La humanidad”, responde. Y elabora profundizando que el diseño, “por cientos de años ha sido dominado por el racionalismo y no podemos ser tan pequeños como el cerebro, porque somos realmente especiales, somos mucho más que nuestro cerebro”.
Y eso, sumado a duras experiencias de vida, le da ideas. Muchos recordarán que lo que catapultó a Marcel Wanders al estrellato fue la famosa Knotted Chair, creada hace más de veinte años, pero en realidad ese diseño fue el resultado de vivencias anteriores. Invado sus espacios personales para entenderlo, y se abre a relatar una dura historia. “Mi novia estuvo muy enferma durante siete años. Cada mañana al despertar miraba si estaba viva. Intentamos muchos médicos, distintas alternativas de medicina tradicional y no tradicional, incluso sistemas de curación espiritual, y eso transformó mi vida. Mi manera de pensar y sentir, de ver las cosas y asimilar el entorno, dio un giro drástico. Entendí que en la vida no manda la razón sino el corazón, y que si no eres capaz de tocar el corazón de la gente, nada habrás logrado por más que vivas cien años”.
Durante algún tiempo intentó traducir todo ese aprendizaje para plasmarlo en diseño, y no fue fácil, pero decidió que si no lograba hacerlo dejaría de ser diseñador. Finalmente lo vio muy claro, y escribió un libro en el que presenta su descubrimiento en diez premisas que las llama “primitivas”. Al sumergirse en ellas intentando descifrar sus sentimientos, encontró el camino que hoy lo posiciona como el más grande entre los grandes. “El diseño existe en lo más profundo del corazón de la humanidad. Expresa el reto de cumplir los deseos del público que busca vivir y comunicarse. El diseño se convierte en el espíritu conector que convierte sueños e ideas en posibilidades reales, nos permite analizar la relación que mantenemos con el racionalismo, y nos enseña a apreciar tanto lo nuevo como lo viejo porque nos abre el camino a comunicar en distintas formas.
Ciertos elementos, como por ejemplo la tecnología que no es moda sino innovación, invita a ser estudiada para adaptarse y lograr cosas nuevas, porque si hay una mejor manera de hacerlas, esta debe aprovecharse. Las tendencias no le acomodan ni desacomodan, las ignora. Las modas no marcan su rumbo, pero le llaman la atención porque reflejan movimiento, y son la prueba de que la vida no es estática, y que si no hay evolución hay desaparición.
No fueron suficientes veinte minutos, pero estoy segura de que esta no será su última visita a Quito. Pronto lo volveremos a encontrar, y saldremos a su paso para seguir los tramos de su evolución.