Por Maritza Carvajal
agosto – septiembre, 2011 |
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El templo del Santuario del Señor de la Divina Misericordia, cuya primera etapa se inauguró el 26 de junio, puede albergar a 1.300 personas sentadas y está implantado en un paraje paradisíaco, rodeado de naturaleza, áreas verdes y zonas de paz.
Eduardo Romero Carbo, ingeniero de profesión, católico por convicción, y devoto de la imagen del Señor de la Divina Misericordia, es quien hace frente a este proyecto. Faltan las palabras para describirlo, la emoción de visitarlo es difícil de transmitir, es un lugar único por más de un motivo, y se desarrolla en Guayaquil para beneficio de todos los ecuatorianos.
La imagen del Señor de la Divina Misericordia aparece en la parte superior del Altar Mayor, edificado con una pared curva de color blanco, donde también se expone el sagrario. En ella se observan dos haces de luz, uno rojo y otro blanco, que irradia el pecho de Jesús y son característicos de la visión que tuvo Santa Faustina en febrero de 1931.
Al fondo del Presbiterio, paneles de vidrio reemplazan a las tradicionales paredes y retablos tallados en madera que se acostumbra utilizar como adorno en las iglesias. A través de esta vidriera se observa el jardín natural de los exteriores.
Ese detalle arquitectónico es el principal distintivo del Santuario del Señor de la Divina Misericordia, que se levanta en el kilómetro 26 de la vía a la Costa. Esa fina y sensible arquitectura logra establecer una conexión entre interior del ser y la naturaleza. Así lo perciben quienes acuden a orar los fines de semana.
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¿Cómo se originó el proyecto del Santuario del Señor de la Divina Misericordia?
El proyecto nace por la iniciativa de monseñor Antonio Arregui de la Arquidiócesis de Guayaquil y la devoción de las personas por la imagen. La historia empieza en abril de 2007, cuando se inauguró el Altar para el Señor de la Divina Misericordia en La Catedral. Aquel día acudieron más personas de las esperadas, lo que motivó que Monseñor impulsara la construcción del Santuario.
Y usted, ¿cuándo sintió el llamado para participar en el proyecto?
El mismo día de la inauguración del Altar quise integrarme a esta cruzada. Yo soy un católico practicante, y mi esposa, Lucette Alcívar, es la presidenta de la Asociación de la Divina Misericordia desde hace 15 años. Ella me transmitió su devoción y decidió sumarme al proyecto. La Asociación la integran 35 personas y ellos fueron quienes solicitaron la construcción del Altar para el Señor de la Divina Misericordia en La Catedral. Para mí fue una especie de contagio.
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Sé que hubo un cambio de ubicación, que la Vía a la Costa no estaba prevista en el inicio de los planes, ¿qué sucedió?
Al principio planeamos la construcción en el kilómetro 2,5 de la Vía Nueva Aurora-Pascuales, pero desistimos de la idea porque el sitio ya estaba dentro de la ciudad y los santuarios deben estar en las afueras, para propiciar la paz y recogimiento espiritual. Ese es un requisito fundamental. Si la hacíamos dentro de los perímetros de la ciudad también corríamos el riesgo de que se convirtiera en una Iglesia de otra parroquia más, y lo que se quería era un Santuario. Además hubo un factor económico: el terreno requería demasiados gastos para relleno y pilotaje. Luego, la donación de 110.000 metros cuadrados de terreno en la vía a la Costa, por parte de una persona que prefiere mantenerse anónima, favoreció la reubicación. La diferencia de costos entre el uno y el otro sitio es de unos 200.000 dólares.
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¿El Santuario del Señor de la Divina Misericordia es único en su especie?
Es el primer Santuario para el Señor de la Divina Misericordia. Los santuarios rinden devoción a alguien en especial, y en este caso al Señor de la Divina Misericordia. En Ecuador existen otros santuarios dedicados al Divino Niño y a la Virgen del Cisne. Y, con los 110.000 metros cuadrados, el templo es el segundo más grande de Guayaquil, luego de La Catedral. Ochenta años después de la visión de Santa Faustina, en Cracovia, Polonia, la devoción de los guayaquileños católicos se plasma en este Santuario. Con la inauguración de la primera etapa, el 26 de junio, logramos el objetivo de plasmar la devoción a Jesús, no a un Santo en especial.
¿Cómo se financia la construcción?
El Santuario se edifica a punta de donaciones y éstas son en especias. Yo estoy a cargo de la parte de las donaciones. La Asociación no recibe dinero en efectivo, sino materiales de construcción de industriales católicos que colaboran con el proyecto. Así es como se lo ha ido levantando, poco a poco. La Arquidiócesis no lo financia, y tampoco ninguna organización extranjera o nacional. Las donaciones en materiales de construcción equivalen a 700.000 dólares en las dos primeras etapas del Templo. Falta la tercera etapa, con la que se redondea un costo de un millón de dólares.
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¿El templo tiene un diseño diferente y llamativo, cómo definiría el concepto arquitectónico?
El diseño tiene una concepción moderna que busca destacar la naturaleza y conjugarla con el ambiente espiritual. La idea arquitectónica original fue concebida por Willy Borroto, un arquitecto que no es católico, pero hizo el diseño por amistad. Luego fue retomado por la arquitecta Daniela Loaiza, quien ha estado a cargo del diseño y ejecución de los detalles arquitectónicos, desde hace cuatro años.
¿Cómo estará conformado el Santuario?
El Santuario está integrado por varias obras. La más importante es el Templo que contempla tres etapas. La primera ya fue inaugurada y es constantemente visitada por los devotos. Además, el Santuario incluye la casa sacerdotal; una casa de retiros espirituales integrada por 50 habitaciones dobles; el taller de evangelización y catequesis; la casa de las Hermanas del Señor de la Misericordia, con quienes ya establecimos contacto y que se harán cargo de la gobernación del Santuario; una cripta con 200 nichos para cualquiera que quiera que sus cenizas reposen en el sitio; y el Café-María. El propósito es facilitar que quienes acuden a misa los domingos permanezcan aquí todo el día, en familia. Así, además de escuchar misa, también pueden hacer el Vía Crucis alrededor del lago y rezar el Rosario.
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¿Los nichos pueden solicitarse libremente?
Así es. Cada nicho da cabida a dos urnas y tiene un precio de 3.500 dólares.
¿Las obras que faltan conservarán el estilo arquitectónico moderno del templo?
Las otras obras se ejecutarán con un diseño de estilo colonial guayaquileño. Se utilizarán tejas, chazas en la parte frontal y caña guadua, con espacios frescos y ventilados. Ese diseño conjugará perfectamente con la naturaleza, pues ese es el aspecto que más se quiere destacar. Es un Santuario nacional al que pueden acudir los devotos de diferentes partes de Ecuador.
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Grandes hombres, grandes obras. Como Eduardo y Lucette hay muchos más devotos de corazón que, a pesar de sus diarias ocupaciones, no escatiman tiempo para dedicarlo a la construcción del Templo. Dicen que la fe mueve montañas, y en este caso, del dicho se ha pasado al hecho. Esa incuestionable fe ha movido los corazones de empresarios y gente común que, con aportes de todo valor y especie, ven poco a poco materializarse un espacio donde alimentar el espíritu.
Los aportes no son ni grandes ni pequeños, son tan enormes como esa fe que nos mueve a darlos. El Santuario del Señor de la Divina Misericordia se hace ladrillo a ladrillo, centavo a centavo, juntando los corazones de quienes adoran al Señor. Para ser parte de este maravilloso proyecto, comuníquese con el 04-2886306.
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