Por María Cárdenas R.
mayo – juio, 2011 |
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Al entrar al edificio en el centro norte de Quito, en la parte alta de la ciudad, difícilmente podía imaginar el pequeño museo de arte contemporáneo que encontré en un subsuelo. Contrario a lo esperado, soleado, cálido y con un lindo jardín y patio a los que se accede desde las áreas sociales. Sorprende también las escaleras a un segundo piso y más aún, las que llevan a un piso más bajo donde se encuentra el taller de la artista plástica multifacética Isabel Ullauri. Sus pinturas sobre lienzo, grabados, esculturas en metal y Papier-mâché, ocupan toda esquina, paredes y más… pues con el valioso e incondicional apoyo de su marido, el español Jorge Encinas, famoso diseñador gráfico y dueño de la empresa de publicidad Mediterráneo, prepara una nueva exposición para la Galería de Patricia Meier en Guayaquil.
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¿Dónde se conocieron?
Estudiamos en la misma universidad en mi país natal, España. Isabel fue para allá y nos presentaron, fuimos amigos por algún tiempo. Luego Isabel regresó a Ecuador, mantuvimos contacto por carta. Cuando volvió por vacaciones a visitar a su hermana que vive más de 20 años allá, mis sentimientos habían crecido. Le dije que iría a vivir a Ecuador y vine… por amor.
¿Qué dijiste cuando te dijo que vendría?
Isabel, sencilla y ocurrida, con cara de inocencia, responde: “que si quería venir, que viniera”. La verdad, no creí que lo hiciera. De pronto estaba aquí, la relación creció y nos establecimos como pareja. Yo tenía ya dos hijas y con Jorge tenemos tres hijas más.
Jorge, eres diseñador gráfico…
Sí, me gradué en eso. Cuando llegué acá salté por un corto tiempo, de una agencia a otra, hasta lograr que aceptaran mi formación diferente a lo que había aquí. Luego encontré mi lugar en De Maruri y allí me quedé varios años hasta que decidí independizarme y abrir mi propia agencia, Mediterráneo.
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¿Cómo transcurre para ustedes un día clásico?
La familia se despierta para desayunar juntos y mientras mi hija mayor va para su colegio, yo llevo a las más pequeñas. Un privilegio que no tendría si no viviese en plena ciudad, un lujo que puedo darme porque todo está cerca. De ahí voy para la oficina y nos encontramos al almuerzo después de clases. Una razón más por la que nunca hemos pensado en vivir fuera de la ciudad. Isabel continúa: Yo paso el día en mi taller, trabajo sobre lienzo o hago escultura en metal, en la mecánica de un maestro amigo, o voy a la Estampería Quiteña para hacer mis grabados. Por las tardes paso con mis hijas, las acompaño a sus actividades y a todas nos encanta ir de shopping en el barrio.
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¿Tienen vida nocturna?
Eso, -continúa Isabel- es uno de los temas por los que me encanta vivir al estilo urbano. Asistimos a muchas veladas interesantes, porque nos apasiona el arte. Si viviéramos en los valles, como está de moda, no alcanzaríamos a llegar a ningún evento. Es una parte importante de nuestras vidas.
¿Siempre han vivido en la ciudad?
Sí. Iniciamos nuestra vida en Guápulo, que nos contagió el gusto de vivir en plena ciudad, con sus tiendas y costureras, con los vecinos, en definitiva, en plena urbe con puro sabor de calles y ruidos que encantan y llenan la vida de ese sabor.
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Este departamento, es como una casa…
Nos ofrecieron este departamento y en realidad, los dos, -dice Isabel- nos encantamos con la idea de tener un departamento/casa. Tenemos patio, jardín, dos pisos y el espacio que necesitaba para mi taller, todo dentro de la seguridad que brinda un edificio.
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¿Y la selección del sector?
Bueno, en la parte más alta hacia el Canal 8-Ecuavisa, podíamos seguir disfrutando de la vida de ciudad. En estas calles y muy cerca del Parque Metropolitano, disfrutamos del aire libre y de caminatas de descubrimiento con las niñas. Tiene todo lo que me encanta, tiendas, la frutería, la costurera que todavía cobra un dólar por subir las bastas de un pantalón, el bazar donde encontramos lo que necesitan mis hijas para sus trabajos especiales. Es decir, el contacto con la gente que vive alrededor nuestro.
¿Qué aconsejarías a la gente que quiere vivir en los valles?
Que se vayan no más porque cada sitio tiene su encanto. Además me parece perfecto que no siga densificándose la ciudad, que se dejen de construir edificios. Así se lograría que algunas casas, que son muy hermosas, sigan en pie.
¿Por qué no vivirías en los valles?
Porque me parece que te alejan de las personas y de todo. Me gusta la comunión con la gente, la cercanía a otras personas. Disfrutamos porque somos ciento por ciento urbanos. Vivimos en la ciudad por elección. En nuestro departamento, afortunadamente vivimos lejos de las grandes arterias, entonces tampoco sentimos la contaminación. Hay días que con mi hija nos sentamos a ver la cantidad de quindes – colibríes – que visitan el jardín.
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¿Cómo influye el estilo de vida urbano en la relación familiar?
Es muy importante. El hecho de tener la oficina, el taller, los colegios, las actividades a corta distancia dentro de la ciudad, nos permite tener más tiempo juntos, disfrutar de actividades como museos y caminatas en familia. Tener el Parque Metropolitano cerca es otra gran ventaja por el aire puro. Los fines de semana buscamos el campo cerca de Quito, haciendas, Mindo, lugares que hay a poca distancia para aventurarse y descubrir. Creemos que es el equilibrio perfecto, vivir en medio de la ciudad y el fin de semana aprovechar el campo.
Las tres hijas de los Encinas-Ullauri tienen personalidades desenvueltas y abiertas, fueron parte de la conversación en todo momento, brindando opiniones sobre los temas y demostrando, sobretodo, que viven encantadas en su departamento/casa. La menor es muy desenvuelta en la pintura, seguramente siguiendo los pasos de su madre en el campo artístico, la mayor se dedica a la cocina, y la intermedia, Sol, tiene una personalidad extremadamente dulce y encantadora. Para este momento me sentía como en casa. Me ofrecieron un delicioso jugo de frambuesa, pistachos de una cafetería en la República de El Salvador, de donde Isabel había traído una cantidad de especialidades del Medio Oriente. Conversamos sobre el mercado en la Guanguiltagua, donde se venden todo tipo de productos orgánicos que fascina a la familia. La sensación de hogar y de felicidad que se vive con la familia de Jorge e Isabel es fascinante, pues pocas veces se siente un ambiente tan relajado y agradable donde la conversación fluye sobre múltiples temas sin problema alguno.
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