Por Caridad Vela
La fe mueve montañas, dice ese refrán popular al que muchos asignan una connotación religiosa. Fe es creer a ciegas, es pedir y agradecer aun antes de recibir, es encontrar un faro de luz en momentos de incertidumbre y ser gratos cuando de celebración se trata. Sea religión o no, la búsqueda del equilibrio interno ha transformado vidas, recordándonos que el verdadero cambio comienza desde el interior.
Andreína es de esas mujeres que van livianas por la vida. Su sonrisa es el reflejo de un corazón repleto de gratitud. Vive con propósito, abraza tanto las alegrías como las dificultades, no toma la espiritualidad como un concepto abstracto sino como una herramienta poderosa. A través de introspección, meditación y amor ha encontrado paz en medio del barullo cotidiano.
Esta entrevista nos deja conocer a una mujer que ha hecho de la espiritualidad un camino personal y un puente para guiar a otros. Andreína comparte con nosotros su recorrido y las herramientas que han transformado su vida. Su existencia es un reflejo de esa búsqueda constante por el balance, su historia resuena con la esencia de los grandes maestros: humildad para aprender, valentía para crecer y deseo genuino de compartir.
Al terminar esta entrevista, que espero disfruten leyéndola tanto como yo haciéndola, siento que Andreína es un recordatorio viviente de que el equilibrio no es una meta, sino un viaje continuo. Siento también su invitación a detenerme, mirar hacia adentro y conectar, porque, como ella afirma, “cuando uno se habita plenamente, la vida se vuelve más ligera, más contenta, más auténtica”.
¿Cómo mantienes armonía en tu día a día?
No fue algo que nació de la noche a la mañana, ha sido un proceso, un andar constante de introspección y auto observación. No todos los días logro el balance completo, pero cuando se dan esos momentos en los que todo encaja, mi cuerpo, mi mente y mi corazón lo reconocen. Entonces, comencé a buscar ese estado de manera natural hasta que se conviertió en un estilo de vida.
Cuando sientes que pierdes el equilibrio, ¿cómo lo recuperas?
Introspección. Doy una vuelta hacia el interior, miro hacia adentro. Recuerdo una frase que marcó mi vida, me guía: “guarda lo que sea amor, todo lo demás es distracción”. Cuando algo me desequilibra, regreso a los diferentes espectros que conozco del amor: amor propio, amor por mis hijos, por la vida. El amor, entendido como esa energía universal, no solo sana, es la fuente que me devuelve la paz. Nadie puede dar lo que no tiene, por eso, una vez que encuentras ese amor interno que llena y se desborda, puedes compartirlo genuinamente con los demás y no hay mayor satisfacción que esa.
¿Qué tiene ese amor interno?
Bienestar. No es una meta inalcanzable ni un concepto abstracto, es disfrutar genuinamente de lo que eres y lo que haces. Es una sensación tangible de contentura con la rutina diaria, un estado en el que no sientes necesidad de escapar de tu vida porque encuentras alegría en ella. No sabía cuáles eran los componentes de ese bienestar, pero sabía que necesitaba que sea constante, sin altos y bajos. La palabra clave es constancia.
¿Tu vida cotidiana?
Lo único inamovible en mi vida es la flexibilidad. Creo que hay que ser como el bambú: fuerte, pero flexible para no romperse. No tengo horarios rígidos, pero sí costumbres sin las que no puedo ser yo, por ejemplo meditar 30, o al menos 15 minutos al día, mover el cuerpo, tener un momento de calidad con mis hijos y enriquecerme personalmente, ya sea leyendo, escuchando un podcast o viendo algo inspirador. Tal como alimentamos nuestro cuerpo, también debemos alimentar nuestro interior.
¿Cómo empezó tu camino en el yoga?
Encontré el yoga en un momento de profunda desolación. Me habían diagnosticado infertilidad y estaba devastada porque mi mayor sueño era ser madre. En medio de ese sufrimiento llegué a mi primera clase de yoga. Al estar en el mat, respirando profundamente, volviendo a sentir mis manos y mis pies, experimenté un descanso genuino de toda la desesperación que cargaba, sentí una paz que nunca antes había experimentado, un auténtico alivio de toda la desesperación. Desde ese día supe que el yoga era lo que necesitaba, y quería compartirlo con otros.
Ahora eres profesora…
Desde hace 18 años. Es un regalo haber llegado aquí. No fue fácil, el camino no estuvo exento de desafíos. Tuve que superar el síndrome del impostor, me cuestionaba si sabía lo suficiente, si estaba espiritualmente preparada para enseñar algo tan profundo como el yoga. Pero con el tiempo entendí que no se trata de ser perfecto, sino de ser auténtico y servir desde el corazón. Es un proceso de dejar ir el ego y simplemente ser un canal para guiar a otros. Mi trabajo es la convergencia perfecta entre mi propósito, mi pasión y mi deseo de servir. Es un espacio donde puedo ser plenamente espiritual, pero con los pies firmes en la tierra, que me da la oportunidad de guiar a otros mientras sigo aprendiendo y creciendo.
¿Cómo enfrentas una realidad que no es como quisieras?
La aceptación es clave. No se trata de resignarse, sino de aceptar lo que es. La resistencia ante la realidad solo genera sufrimiento, pero una vez que la reconoces puedes hablarle: “te veo, pero no me haces bien”. Desde ese espacio el ruido mental disminuye y empiezas a fluir. Una mente activa es una mente sana, así que no intento callarla, más bien la educo con paciencia y amor, enseñándole a trabajar en equipo con mi corazón. El diálogo interno negativo, que muchas veces busca protegernos, se calma cuando lo abordas desde la comprensión y el cariño.
¿Tienes mantras?
Muchísimos. Antes usaba mantras en sánscrito, luego seguí con algunos poemas que encontré por ahí, y ahora tengo uno que me acompaña mucho: “yo me permito fluir con gracia y con amor”. Lo repito durante el día, especialmente en momentos de estrés o impaciencia. Me ayuda a cambiar la energía y a reconectarme con mi mejor versión.
¿La religión y la espiritualidad van de la mano o son conceptos en conflicto?
Creo que Dios es como el océano: infinito, vasto y poderoso. Las religiones son como piscinas o baldes que contienen una parte de ese océano. Así se lo he explicado a mis hijos y hemos decidido quedarnos con la inmensidad, sin estructuras humanas que la limiten. Esta visión inclusiva y respetuosa me ha permitido enseñar a mis hijos a apreciar la diversidad y a vivir sin prejuicios.
¿Tus hijos absorben tu espiritualidad?
Han crecido inmersos en este lenguaje y este ambiente les resulta muy natural. Reconozco que los conceptos espirituales no siempre son fáciles de transmitir, especialmente en momentos de frustración, pero han aprendido a manejar sus emociones con herramientas que les permiten encontrar paz y equilibrio. Lo importante es que lo entiendan a su ritmo, porque la espiritualidad no se impone, se siembra, y ahora es hermoso ver cómo ellos aplican estos conceptos por su cuenta, son parte de su hábito.
¿Cómo se refleja tu espiritualidad en tu hogar físico?
Mi cuerpo es mi primer hogar, y mi hogar físico refleja esa filosofía. Mi casa tiene espacios auténticos, eclécticos, llenos de vida, como mi personalidad. No sigo reglas estrictas, mi casa simplemente resuena conmigo. Me gusta sentir que vibra, que está llena de energía natural, que los ambientes están en armonía conmigo y mis hijos.
¿En qué momento de tu vida estás ahora y hacia dónde quieres ir?
Estoy en un momento de plenitud, pero también de expansión. Mi propósito es llevar mi trabajo a más personas, guiarlas hacia esa conexión entre mente, cuerpo y espíritu, y mostrarles que es posible habitarse plenamente. Quiero guiar a otros hacia esa conexión porque sé que transforma vidas. Enseñar a quienes no quieren aprender puede ser un reto, pero cada persona tiene su momento. Lo importante es estar ahí para cuando decidan abrirse. A veces la semilla toma tiempo en germinar, pero cuando lo hace, el crecimiento es mágico.