Por Caridad Vela
Fotografías cortesía de Verónica Reed
Ser un referente en cualquier ámbito requiere de convicción, persistencia y profundo conocimiento sobre la materia. Verónica no es solo eso, es también una de las pioneras más destacadas en el capítulo de sostenibilidad en la construcción en Ecuador. Su incansable lucha ha dado frutos.
Sustainable Design Studio (SDS), su empresa, se fundó en 2005. Estos casi 20 años han sido un constante proceso de investigación que le permitió involucrarse en consultorías especializadas, diseño sostenible y análisis de productos que cumplen con estos criterios, para traerlos a Ecuador. Con el pasar del tiempo creó Viva Arquitectura, que se dedica a consultoría y diseño sostenible, mientras que SDS se enfoca en materiales y productos sostenibles.
La primera vez que conversé con ella, hace algunos años, fue sobre certificaciones internacionales de sostenibilidad. Había mucho camino por recorrer para encontrar la manera de aplicarlos en Ecuador. Ahora son realidad y Verónica destaca en la materia.
¿Cuál es tu evaluación del estado de la sostenibilidad en la construcción en Ecuador?
Se han dado pasos muy importantes. En 2005, cuando tratábamos de imponer ciertos criterios que permitan reducir consumos de agua y energía, o minimizar el impacto durante el proceso constructivo, nos creían locos. “Eso es inviable”, nos decían. En 2009, gracias al trabajo realizado con MUPI, encontramos la manera de empezar a activar la sostenibilidad en construcción de vivienda. Entre 2009 y 2015 trabajamos fuertemente hasta lograr el primer proyecto con certificación LEED en el país: el aeropuerto de Galápagos. Ahora ya hay cerca de 50 edificios con esa certificación, sin contar otro tipo de certificaciones que también están disponibles. El camino ha sido largo hasta lograr que este concepto se incorpore en la práctica cotidiana.
¿Las exigencias son muy radicales?
La certificación LEED es muy exigente porque se basa en parámetros y regulaciones americanas. Va más allá de lo que pide la normativa local en términos de eficiencia energética, accesibilidad, transporte, densidad, reducción en consumo de agua, prácticas en la construcción, calidad de aire en los espacios, etc. Los procesos son meticulosamente medidos a lo largo del proceso de diseño y construcción, pero es realizable. Nosotros tenemos 25 proyectos certificados en Ecuador, entre LEED Gold, y LEED Silver, no solo inmobiliarios, también edificios corporativos.
¿Por ejemplo?
Desde 2018 Corporación Favorita está certificando todos los proyectos que desarrolla. Su actividad es el retail, y están enfocados en cómo lograr que sus edificios tengan el menor impacto posible. Impusieron la certificación LEED para todos sus establecimientos por ser un parámetro medible, verificado por terceros, lo cual es fundamental porque garantiza transparencia. La mayoría de requisitos no son visibles, entonces es muy importante que un tercero confirme que realmente cumple con todas las exigencias de la certificación.
¿Ha servido de ejemplo a otras corporaciones?
Hay que manejar la comunicación para que este compromiso traiga cola, y para que los clientes sepan el esfuerzo que Corporación Favorita, por consciencia propia, hace en favor del medio ambiente. Cuando entras al supermercado no te das cuenta de la reducción de consumo energético, de la planta de tratamiento de agua o los sistemas de ventilación que mantienen el aire con un nivel de filtrado ideal para los ocupantes. No es un tema de imagen o moda, se trata de hacer las cosas correctamente. Grupo Vilaseca también certificó su planta de producción de plásticos en Manta, y eso obviamente requirió muchísimo tiempo y esfuerzo. Esperemos que muchos otros se sumen a este esfuerzo.
¿Cuál es la diferencia entre LEED y EDGE?
EDGE es una certificación de más fácil adaptación a nuestro entorno, es más asequible, más real. Se basa en tres criterios: reducción de energía, de agua y de impacto de materiales. Para lograr la certificación se requiere por lo menos un 20% de reducción en estas tres áreas. Con un 40% de reducción se logra una certificación más avanzada. Afortunadamente hay constructores de proyectos de vivienda que se lo han tomado muy en serio, en parte por consciencia propia, y en parte porque la nueva demanda ha empezado a mostrar preferencias por comprar vivienda en proyectos certificados.
¿Es un cambio básicamente generacional?
Las generaciones jóvenes están mucho más conscientes de los efectos del cambio climático y se preocupan por generar el menor impacto posible, saben que no hay más alternativa que tomar acción. Además valoran la reducción en costos de energía y agua a futuro. Puestos a escoger, me atrevería a decir que no hay comprador que no esté activamente interesado por vivir en un espacio que tenga las mejores condiciones de eficiencia.
¿Sigue siendo más costoso construir bajo parámetros de sostenibilidad?
El costo de la construcción como tal no cambia, lo que varía es el costo de un material versus otro. Si construimos con paneles prefabricados en vez de usar bloque, el panel tendrá un costo mayor, pero en el proceso de construcción habrá ahorros en tiempo y mano de obra, pero además se hará una simulación energética para medir el ahorro que habrá durante la vida útil del proyecto. Hay tecnologías que cuestan más al inicio, pero ese extra costo se amortiza en pocos años por el ahorro que representan. Los paneles fotovoltaicos han reducido significativamente su costo, las plantas de tratamiento de agua todavía son muy costosas, pero es cuestión de tiempo que la demanda crezca y bajen los precios.
¿Hay normativa para promover construcciones sostenibles?
En Ecuador, y en general en América Latina, todavía estamos en la etapa de incentivos más que de imposiciones para promover estos criterios. En algunos estados de Estados Unidos y en Europa ya son exigencias reguladas en normativas que establecen parámetros muy estrictos, porque todas las iniciativas de sostenibilidad en la construcción aportan a la ciudad. Por ejemplo, si un constructor incorpora un sistema de generación de energía, estará cargando menos la red pública. Lo mismo pasa con el agua. Si tenemos plantas de tratamiento reducimos la descarga al sistema municipal.
¿En Ecuador hay materiales para construir sosteniblemente?
Estamos mucho mejor que hace pocos años. El problema es que en el país no teníamos certificaciones internacionales para materiales de construcción, y el proveedor puede afirmar que sus productos tienen el 95% de materia reciclada, pero para la versión vigente de la certificación LEED, eso no es suficiente, se lo tiene que demostrar a través de una agencia internacional certificadora, que sirve como un tercero independiente que actúa de verificador. Nosotros, en calidad de consultores, tenemos que documentar el impacto que tienen todos los materiales que se eligen para construir,
¿Si los materiales no están certificados no se puede certificar el proyecto?
Si los materiales no están certificados, el proyecto no los puede contabilizar dentro de su reducción de impacto. Si, por el contrario, tienen la certificación, es una ventaja enorme porque se puede contabilizar exactamente la huella de carbono de cada metro cuadrado o cúbico, dependiendo del material. El Consejo Ecuatoriano de Edificación Sustentable (CEES), está trabajando con sus afiliados para unificar criterios y generar la información necesaria para encaminarlos hacia una certificación internacional. Es importante que esas empresas tengan el compromiso de invertir en esa verificación de tercera parte, que es necesaria para certificar sus productos.
¿Cómo se compensa la huella de carbono cuando, después de todos los esfuerzos todavía hay un déficit?
La opción es compensar comprando bonos de carbono en alguna reserva de bosques. En cuanto a materiales se refiere, no solo se trata de medición de la huella del material en toda su cadena de extracción, producción y transporte, hasta que llegan a manos del consumidor, sino también de la aplicación de los procesos adecuados. Por ejemplo, si estamos haciendo extracción de madera, tiene que ser de bosques certificados por el Consejo, para asegurar que no son bosques primarios y que tienen un proceso adecuado de regeneración. Pero para medir la huella de carbono que deja una empresa, el tema va aún más allá, no se trata solo del material que produce, se debe considerar aspectos como cuál es el medio de transporte que usan los empleados, y cuánta energía consumen.
¿Eolia Hotel es un ejemplo de sostenibilidad?
En todos los proyectos que construimos aplicamos los criterios de la certificación como parámetros base. Eolia está ubicado en Santa Marianita, Manabí, un ecosistema natural que, además, está al pie del Océano Pacífico, por lo que también había que cuidar el impacto en el ecosistema marino. Doble responsabilidad. La decisión de construirlo no fue fácil, porque íbamos a meter ahí una construcción, gente, ocupación, a generar residuos de agua, basura. Decidimos hacer algo de muy baja densidad -ocho habitaciones y dos unidades de acampada- para causar el menor impacto posible y que al mismo tiempo funcione como negocio.
¿Qué particularidades sostenibles tiene?
Todo fue hecho bajo esa premisa. Se diseñó para que funcione con ventilación natural. El lobby es completamente abierto y funciona en base al clima existente. Toda la iluminación que usamos está medida para mantenerla muy por debajo de los parámetros de la exigencia americana en cuanto a eficiencia, y además incorporamos un sistema de generación solar que produce entre el 40% y el 50% de la demanda del Hotel.
¿En cuanto a materiales?
Los materiales que seleccionamos son prefabricados para tener menor impacto en sitio. Los paneles de cubierta cuentan con cierto componente de reciclado para implementarlos de forma natural, y los trabajamos sin ningún tipo de acabado ni revestimiento, porque para reducir la huella de carbono debíamos usar la menor cantidad de material posible. Los pisos se dejaron con el hormigón pulido. Todos los materiales son modulados por lo que casi no tuvimos generación de residuos.
¿Ahorro de agua?
Ese fue uno de los puntos álgidos. Todas las poblaciones costeras tienen la mala práctica de tener un punto de infiltración y mandar las aguas servidas por un emisario marino dos kilómetros adentro del mar, para evacuarlas. Generamos un sistema muy eficiente que nos permite reducir el consumo de partida, para luego incorporar una planta de tratamiento y todo un sistema con el que reciclamos el agua al 100%. Es como un loop cerrado, el agua de desecho va a la planta de tratamiento, se trata y recircula nuevamente al hotel para uso en inodoros y riego, y el remanente vuelve al loop. Así tenemos cero descargas al ecosistema o al mar.