Por Caridad Vela
Ser hija del ex presidente de la República, ex alcalde de Guayaquil y ex diputado del Congreso Nacional significa ser testigo íntimo de tres décadas de la historia del país. Es un privilegio reservado para pocos, que implica también un tácito compromiso de mantener viva la verdad en la memoria social.
Liliana se echó al hombro la responsabilidad de hablar de su padre, León Febres Cordero, cuya mano dura a la hora de tomar decisiones le significó ganar adeptos y detractores al mismo tiempo. Ella lo hizo abriendo su corazón, rebuscando archivos y hablando con la gente, para que no sea el amor de hija lo que guíe su pluma, sino la verdad detrás de tantos acontecimientos.
La historia tiene diversas maneras de asimilar ciertos sucesos, y conforme transcurren los años el relato se difumina, se aparta de la realidad según el antojo de quien los cuenta. El libro “León, mi padre”, es una confesión de la vida íntima y la vida política de un hombre que escribió varios capítulos de la historia de Ecuador.
Leerlo ha sido un interesante recorrido por aquellos días en los que los partidos políticos tenían nombres que delataban su filosofía (izquierda democrática, conservadores, liberales, socialcristianos, democracia popular, concentración de fuerzas populares), y estaban liderados por representantes de la sociedad conocidos por el pueblo, que, alejados de la improvisación y el oportunismo, mostraron su compromiso con la patria. Sin duda eran otras épocas.
Liliana es diáfana, de alma transparente y espíritu acogedor. Es simplemente ella, la hija de León. En este libro combina el espíritu del hombre con el alma del político, todo esto en una trama muy bien lograda para revivir aquello que es necesario recordar.
¿Qué te motivó a escribir este libro?
Es un deseo que tuve toda la vida, pero fue pasando el tiempo y no lograba que las circunstancias se confabulen para entregarme a ello. Nunca había escrito un libro, y hace tres años reuní el valor para hacerlo. No sabía cómo empezar, por dónde empezar. No fue fácil. Aun hoy, trece años después de su muerte, recordar su vida es muy sensible.
¿Cuál fue la intención?
Se ha hablado mucho del aspecto público-político de mi papá, pero muy poco de su lado humano. El mismo carisma que tenía en política lo tenía en casa, la misma entrega que daba al país también nos la daba a sus hijas. Son dos caras de una misma moneda, pero tanto peso tuvo lo público que para muchos ese era el hombre, y no lo era, ese era el político. El hombre era otro, igual que muchos tantos, esposo, padre, amigo y un ecuatoriano que trabajó por su país hasta el último instante de su existencia.
¿Cómo lograste hilar esas dos caras de la misma moneda?
Es que no había división. La parte humana de mi padre se transparentaba en todo lo que hacía. Conversé con sus amigos, con sus partidarios políticos, con sus nietos, con mis hermanas y poco a poco se fue tejiendo ordenadamente este relato de su vida. Cada persona con la que hablé me recordó un episodio distinto, y refrescó mi memoria sobre varios acontecimientos durante los que estuve muy cerca de él.
¿Fue difícil ser objetiva? A fin de cuentas estás hablando de tu padre…
No creas que porque lo escribo yo, que soy su hija, el libro no está apegado 100% a la realidad. Nunca pretendí escribir un cuento de hadas, porque por más exitoso que haya sido mi padre, su vida, ni la de nadie, cabe en un relato de fantasía.
¿Cómo era?
Era un hombre de convicciones firmes, no se sentía cómodo en escenarios de duda, buscaba siempre certezas, a pesar de que decía que “las certezas eran temporales, que podían derrumbarse por la constatación de una realidad diferente que las sustituyera”. En lo político y en lo familiar era de mente abierta, un gran conversador, perseverante, perfeccionista y gran amigo.
¿La vida política afectó la vida familiar?
Evidentemente tenía que afectarla, para empezar porque el Congreso y la Presidencia tenían su sede en Quito y eso implicaba distanciamiento físico. Cada nuevo cargo político que tenía mi padre era claramente marcado porque la guayabera entraba al clóset y salían ternos, camisas y corbatas. Sin embargo, en el aspecto emocional, esa distancia física nos fortalecía y nos acercaba más como familia. El amor y el orgullo crecían, lo admirábamos en esas facetas de su vida, y la verdad es que no había más opción que apoyarlo. Así, la política pasó a ser un miembro más de la familia.
Sé que León tenía un archivo muy bien organizado
Todos sus apuntes estaban meticulosamente archivados en carpetas. Durante su vida las organizó con la señora que estuvo con él hasta el último día, y con ella empezamos a revisar cada papel, cada documento, cada trazo y cada frase en la que en algún momento se inspiró. Este trabajo nos tomó casi dos años.
¿A eso sumaste las conversaciones con sus amigos políticos para completar el esquema?
Claro. Hablé con muchos de ellos. En la parte económica hablé con Pancho Swett y Carlos Julio Emanuel, los temas políticos los conversé con Chaly Pareja y Xavier Neira, y así me fui nutriendo de sus anécdotas y sus recuerdos para escribir el libro. Fue fascinante volver a hablar de episodios que marcaron la vida del país y, al mismo tiempo, repercutieron en la vida familiar.
Hablemos de su candidatura presidencial. ¡Qué bien nos haría hoy que varios partidos políticos afines se junten para respaldar a un solo candidato!
Es verdad. El que respaldó a mi padre se llamó Frente de Reconstrucción Nacional, y entre las condiciones que él puso para aceptar la candidatura estaba que él manejaría la campaña, que escucharía consejos y opiniones, pero él tomaría las decisiones. La otra, que en caso de ganar las elecciones no habría ningún cargo de cuota política, porque pretendía gobernar con los mejores ecuatorianos, sin importar a qué partido pertenecían. No solo fueron partidos políticos los que lo respaldaron, también hubo un enorme grupo de ciudadanos independientes que trabajaron intensamente en la campaña.
¿Muy dura esa etapa?
Fue intensa, dura y peleada. La familia se volcó a trabajar en la campaña, cada voto nos lo ganamos a pulso. Pienso que esas elecciones tuvieron la mejor representación del pensamiento político nacional. Los candidatos eran de lujo, tenían experiencia electoral y eran conocidos por el pueblo. Entre ellos Rodrigo Borja, Julio César Trujillo, Ángel Duarte Valverde, Francisco Huerta Montalvo, Jaime Hurtado, René Maugé. En esas elecciones se enfrentaron dos filosofías políticas claramente definidas: capitalismo y socialismo.
¿Cómo recibió tu padre el resultado electoral que lo designó Presidente de la República?
Con un abrazo a mi madre. No hubo celebración, solo ese abrazo y un aplauso de todos los que estábamos con él en la casa de mi tío Agustín. Enseguida llamó a Blasco Peñaherrera, su Vicepresidente, y luego salió para el set de Canal 10 a dar su primera entrevista como presidente electo.
Pasemos al secuestro de Nahim Isaías
Nahim, gran amigo de mi padre, fue secuestrado por Alfaro Vive Carajo y el M-19 de Colombia, que montaron una operación conjunta con este nefasto fin. Fueron días muy fuertes. La policía de Ecuador tuvo apoyo de sus pares de Colombia y España y lograron ubicar la casa donde lo mantenían. Después de muchas negociaciones llegó el dramático final: Nahim murió a causa de un disparo hecho por una secuestradora colombiana, y varios secuestradores también fallecieron en el enfrentamiento.
Para muchos ese día cambió el futuro del país. La célula terrorista desapareció en Ecuador y siguieron muchos años de paz
No para todos. Los políticos de oposición y algunos medios de comunicación levantaron sus voces para reclamar por los derechos humanos de los terroristas, que eran gente que había asaltado bancos, asesinado policías y sembraban el caos en el país, pero nada reclamaron por quien fue la verdadera víctima del secuestro y asesinato: Nahim Isaías.
Háblame de Taura
Mi padre fue invitado a una ceremonia castrense y asistió con una comitiva bastante numerosa. Nadie intuyó que se dirigía a una emboscada. Cuando estaba recibiendo los honores de rigor para un jefe de estado, se escuchó un disparo. Los miembros de su seguridad se apresuraron a protegerlo y fueron asesinados a sangre fría por un grupo armado que disparaba desde los matorrales. Esos hombres leales interpusieron su cuerpo entre las balas y mi papá. Dieron su vida por salvarlo. La emboscada, perfectamente organizada, tenía la finalidad de asesinar al Presidente de la República. No lo lograron, pero lo secuestraron.
Recuerdo momentos de inestabilidad política en el país, porque al estar secuestrado el Presidente, no se sabía quién ejercería sus funciones
Varios miembros del Congreso Nacional, incluido su presidente, y otros actores políticos, presionaban para que Blasco Peñaherrera, el Vicepresidente, asumiera el cargo. Blasco no cedió, por el contrario, se empeñó en hacer que todas las órdenes que impartía mi padre las cumpliera el alto mando militar que se encontraba reunido en Quito. Los secuestradores exigían la renuncia del Presidente y la liberación del General Frank Vargas. Mi padre no renunció.
Y no se perpetró el golpe de estado
Ni el de Taura ni el que planificó el Congreso, cuyo presidente había convocado a sesión extraordinaria para pedir la renuncia del Presidente, es decir, igual que los sublevados en Taura, pero sin balas, con terno y corbata. Este intento de golpe de estado también fracasó, y el alto mando militar reaccionó sugiriendo a mi padre que busque la vía legal para destituir a los legisladores por conspirar contra el sistema democrático. Mi padre se opuso radicalmente porque no era constitucional. Ganó la democracia y el respeto a la ley. Mi padre terminó su período presidencial, construyó 17 hospitales, carreteras, hizo mucha obra importante y reformó varias leyes, a pesar de tener al Congreso en contra.
Y luego de pocos años de descanso ganó las elecciones para Alcalde de Guayaquil
Recibió la ciudad y el municipio en un estado tan catastrófico que tuvo cerrarlo durante tres meses, pero hizo un trabajo espectacular, realmente transformó Guayaquil. Fue empezar de cero, y como el cabildo no disponía de presupuesto, lo que hizo fue hablar con sus amigos empresarios y pedirles que prestaran a sus mejores ejecutivos, en comisión de servicio, para que colaboren con el municipio. No le costó un centavo al cabildo, y así logró recuperar la ciudad, paso a paso, hasta que la dejó encaminada. Trazó el rumbo a lo que hoy vemos en Guayaquil.
En suma, fueron tres décadas en las que León fue protagonista de la política del país
Fue un patriota en todo el sentido de la palabra. Lo fue hasta el día que murió. Lo fue a tal punto que pienso que su preocupación y dedicación por el país superó en los últimos años a la dedicación familiar. Estuvo tres meses en el hospital antes de morir, y cada día había un desfile de amigos que querían saludarlo. Los recibió a todos, entre ellos, el General Frank Vargas Passos, quien en la puerta de la habitación hizo el saludo militar que se rinde a un jefe de estado. Afuera de la clínica había gente del pueblo con velas encendidas, cantando y rezando permanentemente.
Ya que hablas de su muerte… La ciudad entera se volcó a despedirlo y todos los ecuatorianos vimos las imágenes en televisión nacional
Fue un impresionante adiós que se evidenció en una manifestación de agradecimiento y cariño de mucha gente humilde de Guayaquil. Nos llenó el corazón con una sensación difícil de describir. El féretro hizo el trayecto a pie, en hombros, rodeado de miles de guayaquileños, desde la Clínica Guayaquil hasta la Catedral, en donde lo velamos tres días en los que no paró la fila de gente despidiéndolo. Las cuatro hermanas nos turnamos para estar junto a él. Para nosotras fue una despedida muy dolorosa, que estuvo matizada con la dicha de ver que al pueblo también le dolía su partida. Hubo momentos muy emotivos.
¿Imagino que muchos?
Muchísimos, pero cuando el féretro iba por la Vía Perimetral, de camino al Parque de la Paz, salieron al encuentro cientos de caballos de paso con los jinetes vestidos de chalanes. Rindieron tributo a su amigo, a ese hombre con el que compartieron tan profunda afición, y eso me tocó el alma. Lo querían de verdad.
Para terminar, ¿qué habría opinado León sobre la alianza entre su partido, el Partido Socialcristiano, que era su partido, y Alianza País?
No quisiera elucubrar sobre eso, no lo sé. Lamento lo sucedido entre el PSC y el Presidente Lasso, porque definitivamente creo que es la persona idónea para sacar al país adelante. Lo he apoyado al 100% y lo seguiré haciendo porque creo que está preparado para gobernar. Nada sucede de la noche a la mañana, hay que empezar a sembrar para cosechar más adelante, y ese esfuerzo debemos hacerlo todos los ecuatorianos. Tengo mucha esperanza en mi país, del que nunca me iré, y es el que heredarán mis hijos y mis nietos.