Jardín Botánico
Por: Lorena Ballesteros
El Parque La Carolina, además de ser uno los principales pulmones de la capital, también es destino para deportistas, familias, turistas, niños y personas de la tercera edad. Las actividades que allí se realizan son innumerables, pero hay una visita que es obligatoria para los quiteños; y que para los turistas, tanto locales como foráneos, es una oportunidad única para conocer sobre la maravillosa biodiversidad de la sierra ecuatoriana.
Se trata del Jardín Botánico que, ubicado en el corazón de este emblemático parque, permite a sus visitantes realizar un recorrido por los principales ecosistemas de la región andina: humedales, bosque nublado, páramo, matorral seco espinoso y quebradas.
Este proyecto comenzó a materializarse hacia finales de la década de los ochenta, pero fue en 2005 cuando abrió sus puertas al público. A pesar de ser un jardín joven con respecto a los que existen en las grandes ciudades, en un espacio de 18,600m2 recoge miles de especies de flora y cuenta con un registro de más de 120 especies de aves.
Además, hay que tomar nota: el Jardín Botánico está abierto los 365 días del año, sin excepción. Las visitas pueden ser individuales o grupales.
Lo cierto es que entrar en el Jardín Botánico es una experiencia mágica. El ruido de la ciudad se aísla inmediatamente. Un aire puro invade y se mezcla con el aroma de las distintas plantas y flores que allí habitan. Por un momento parecería que nos encontramos de excursión en lo más profundo de un bosque nublado. Fácilmente se puede escuchar el trinar de las aves que se pasean campantes por los frondosos árboles.
La principal particularidad del Jardín Botánico está en su despliegue de orquídeas, pues mantiene una prolija colección de estas plantas, tanto a nivel educativo como en términos de conservación. En este espacio se encuentran 15,000 plantas que corresponden a unas 800 especies distintas. Sin duda es un tributo a la orquídea ecuatoriana.
El Jardín Botánico cuenta con su propia laguna andina y permite representar vívidamente el humedal andino. Este se ha convertido en el hogar de animales como peces, ranas, aves y mariposas, entre otros. El recorrido por los alrededores de la laguna es fantástico, es uno de los puntos para detenerse, respirar y embriagarse de naturaleza.
La principal característica del bosque nublado es la cantidad de árboles grandes que se encuentran plagados de otras especies en una convivencia armónica. Musgos, helechos, bromelias y anturios, son solo algunos ejemplos de la flora que puede encontrarse en este ecosistema.
Además del recorrido por los ecosistemas, la visita incluye otras actividades. Por ejemplo adentrarse en los distintos invernaderos. Los hay de orquídeas, de flores del noroccidente y de plantas carnívoras que son un atractivo para adultos y niños. En el caso de las orquídeas se puede aprender sobre las especies de altura y también subtropicales.
Recientemente se abrió un aula de biodiversidad del Distrito Metropolitano de Quito, que complementa la experiencia al aire libre. El objetivo es sensibilizar y detallar la biodiversidad de nuestro entorno. El espacio es educativo e interactivo. Con hologramas y piezas lúdicas se representan a colibríes, osos andinos, sapos y otras especies que habitan en la región andina.
Para cerrar con broche de oro visitamos el Museo del Bonsái, atractivo que fue recientemente inaugurado gracias al aporte de Ruthie de Horvarth y a la gestión administrativa de Carolina Jijón. Es el primer museo vivo del país, y atrae tanto por la muestra de pequeños árboles que presenta, cuanto por la impresionante estructura de bambú que los alberga. La arquitectura de este espacio es de autoría de las arquitectas ecuatorianas Macarena y Sofía Chiriboga, de Studio M+S. Esta flamante colección abrió sus puertas en mayo, y desde el 1 de julio se consagrará como una exhibición permanente. Anteriormente ya se había presentado estas especies, pero ahora se ha juntado 120 árboles que despliegan la magnificencia de este arte botánico.
El cultivo de bonsái tiene origen oriental y requiere de un desarrollo específico de técnicas de poda y transplante. Carolina Jijón, Directora Ejecutiva del Jardín Botánico, comenta que este es un gran aporte para la comunidad por la gran acogida que tienen los bonsái. “Prácticamente cualquier especie puede convertirse en bonsái, claro que hay especies más fáciles de trabajar que otras”. Para complementar el arte oriental, el Jardín Botánico inaugurará un jardín japonés que se espera estará listo para después del verano.
Para realizar un recorrido completo y disfrutar de cada espacio se requiere de una hora y media. Claro que hay quienes alargan su visita tomando un café o gaseosa al aire libre en las mesas de Maihua, la tienda del Jardín Botánico, donde también se puede adquirir plantas y aprender sobre su cuidado.