Fotos cortesía Hotel Inca Real
Huir, lo hacemos desde que nacemos, estamos en constante salida de lo que nos agobia, entristece, molesta. Huimos de personas, de nosotros mismos, cualquier día es bueno para empezar ese escape, siempre está justificado.
Aquelarre, por definición, significa reunión de brujas o brujos para la realización de rituales o hechizos. Se congregaban para adorar al diablo, danzaban y cantaban entre ellos en un acto pagano. La palabra como tal viene del vasco akelarre, que significa prado del macho cabrío. Alejado del concepto medieval y mitológico de este encuentro de personas, el restaurante guarda la tranquilidad que se necesita para comer, la magia de un bar y la alegría de una fiesta. Cada rincón tiene la personalidad de su nombre.
Inaugurado en 2005 como un servicio complementario del Hotel Inca Real, Akelarre ha construido una identidad que ya es parte de Cuenca, definida por su comida que se sirve en una casa que existe desde comienzos del siglo XIX. Su origen es el de una hacienda familiar: caballerizas, tres patios internos, varias habitaciones; arquitectura republicana pura. Con su última restauración, en 1991 obtuvo el premio José María Vargas, distinción dada por el Municipio en agradecimiento a la conservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Piso de ladrillos oscuros, paredes pintadas con tonos cálidos color tierra y un rojo sobrio, iluminación tenue, mesas fuertes de madera, mucha madera trabajada y envejecida por todos lados, olor a vino, aceite de oliva, música que acompaña el brillo sobrio de la decoración, construyen un espacio integrado, que conserva la naturaleza republicana de la casa con la estética contemporánea.
Un bello espacio sin anfitriones cálidos es un objeto grande y vacío, cosa que acá no pasa. Carisma es lo que define a Íñigo Sagarna, chef principal y dueño del lugar. La belleza de Cuenca sedujo a este vasco que se quedó para crear un restaurante que ofrezca lo mejor de la cocina mediterránea. Sagarna tiene formas suaves, se dirige a sus clientes con calidez, tiene una calma zen que transmite serenidad. Sugiere a sus clientes camarones al ajillo, torta de patatas y vinos de su amplia carta; no se le acaban las ideas, tiene a todos encantados. Se ha ganado el cariño de la gente que visita el restaurante, y eso es parte de la experiencia.
Un menú con aproximadamente veinte platos, divididos entre entradas, platos fuertes, crepes, tapas muy españolas y postres son su carta de presentación. Todos los domingos, desde hace once años a la hora del almuerzo, se sirve la especialidad de la casa: Paella Valenciana. La recomendación del chef es que se la acompañe con sangría, el cóctel estrella de la barra del bar, que también cuenta con una variedad amplia de licores. Todo es muy español, desde el azafrán, ingrediente secreto de la paella, hasta las frutas picadas. Armonía en su composición, colores vivos y cálidos en cada plato. El costo promedio del cubierto es de $20 por persona con bebida incluida.
Pablo Astudillo, director de marketing de Hotel Inca Real, define al lugar como un restaurante cosmopolita que recrea una atmósfera multicultural. “Entras y te puedes encontrar con una mesa de cuencanos, otras con franceses, australianos, españoles, japoneses, escandinavos; escuchas diferentes lenguas, pero todos están reunidos por ese amor que hay a las tapas, a la cocina.” Las tapas son consideradas las mejores de la ciudad, su detalle en la elaboración y la calidad de ingredientes se deja sentir en cada probada. “Los paladares que han recorrido el mundo aseguran que si no son iguales, son mejores a las de España.” Afirma Pablo con seguridad.
También hay espacio para la comida local y sus costumbres: churrasco, locro de papas y por fiestas de independencia un menú típico muy cuencano, dominado por carnes y morcillas, ensalada de la casa, y un postre tradicional como el dulce de higos con queso, a un costo de $14.
Su capacidad para 120 personas distribuidas en los dos patios internos hace de este lugar un espacio ideal para eventos corporativos y reuniones sociales. Para fiestas navideñas se ofrecerá el cochinillo español, preparado de forma artesanal en horno de leña, en un acto folklórico que promete ser una experiencia gastronómica diferente. Pavas navideñas es otra opción para las fiestas de diciembre. El costo de los dos productos oscila entre $70 y $120, dependiendo el número de personas.
Akelarre está ubicado en la calle General Torres 8-40, entre Sucre y Bolivar, a dos cuadras del parque Calderón en dirección hacia el Este. Sus ventanales de madera y su puerta barroca son la señal de haber llegado a un espacio cosmopolita y mediterráneo en los Andes.