María Fernanda González
CUMBAYÁ
Por: Irene Ycaza Arteta
Marzo – Abril, 2014
Espacios en blanco, contrastes entre negro y tonos neutros, toques salpicados de vivos colores, brillos y texturas en varios rincones, son aspectos característicos de la casa de María Fernanda González en Cumbayá.
Los ambientes amplios, bien iluminados, carentes de paredes o divisiones, son fundamentales en esta propuesta. “No quería el típico departamento de Quito,” comenta María Fernanda. “Buscaba más bien un estilo easy going, un lugar donde el tipo de vida es uno, donde compartimos todo, y el cocinar se vuelve parte de la actividad social. El diseño de mi casa no permite restricciones ni los formalismos sociales de antes”. La fuente de inspiración para lograr este estilo lo obtuvo mirando casas de playa en Malibú, California.
Muebles reciclados se combinan con objetos modernos de acero o metal. Elementos rústicos encuentran su lugar entre otros más modernos, y grandes candelabros cuelgan del techo en una suerte de colección vintage de luminarias. Las lámparas de la sala, de hierro forjado oxidado con cristales, fueron compradas en un almacén neoyorquino llamado Restoration Hardware. El uso de elementos naturales, como la madera en exteriores, adquiere importante protagonismo y enmarca un acogedor ambiente, ideal para el clima del valle.
María Fernanda tiene propiedades en Cumbayá, Guayaquil, Playas y Miami, además viaja con frecuencia a New York, a la casa de su hijo Eduardo Alcivar González. “Cumbayá es mi lugar, aquí me siento segura y cómoda. Es donde regreso a mis raíces y estoy con mi familia y mis amigos.”
“En Guayaquil está mi trabajo y mi estabilidad, antes vivía en un departamento que está sobre el Hospital Alcívar, pero ahora se convirtió en mi oficina desde donde trabajo de lunes a jueves. El espacio es maravilloso, está lleno de jardines, terraza y vidrios grandes con una vista hermosa al Río Guayas”. Los fines de semana los divide entre Cumbayá y Playas. Su propiedad en Miami está ubicada a orillas del mar, mientras que en New York hace vida de ciudad, disfruta de ser peatón y perderse en medio de gente bohemia y relajada.
Sus originales ideas las plasmó en los deslumbrantes interiores de su casa de tres dormitorios y dos terrazas en Cumbayá, que presenta una pulcra unidad entre ambientes, integrada con un estilo de decoración de lujo, que logró sin la ayuda de diseñadores como había sido su costumbre en el pasado. Poco a poco perdió el miedo a decorar, y ahora combina sus pasiones por la moda y el interiorismo con una arriesgada y original afición por la decoración.
Multifacética como pocas, maneja su vida a través de una enorme multiplicidad de actividades. Es amante del mundo de la moda, ahora se siente inclinada al mundo del diseño de interiores con un entusiasmo tan intenso como con el que disfruta de la actividad en fotografía que ocupa a su hijo Eduardo. Su estilo de vestir, su lenguaje corporal al expresarse, y su abierta personalidad, denotan su pasión por la vida y son el fiel reflejo de una mujer que vive sin restricciones ni temores.
La decoración de su casa en Guayaquil, que fue publicada en la portada de Architectural Digest, la trabajó con Ricardo Luque, siendo ella la primera cliente de BelowDesign. A partir de ahí, sustentada en positivos comentarios de amigos nacionales y extranjeros, decidió dejar volar su imaginación percatándose de que podía hacer ese trabajo sin la ayuda de otros expertos.
“Ahora trabajo sola la decoración de mis propiedades, así logro impregnarlas con mi personalidad” comenta. “Cada vez me siento más segura. Este es el quinto proyecto que hago y los resultados han sido tan maravillosos que he vendido muchos de los anteriores”. Según ella, decorar una casa es como vestirse. Hay que tener buen gusto, creatividad, y arriesgarse sin miedo para crear novedosas combinaciones y propuestas originales.
Su casa en Cumbayá tiene plasmada una mezcla que se vuelve ligera, atrevida y contemporánea. Se evidencia una combinación de elementos entre cosas importadas, otras que mandó hacer en Guayaquil, y algunas que compró en Quito. El mesón de la cocina se convirtió en el hilo conductor que integra el blanco de una ligera sala, con el negro de la cocina ultra moderna.
Cuenta como anécdota que en la tienda de decoración El Kiosko encontró un pedazo de madera, que la dueña lo había cortado de un árbol caído en su casa, y lo compró. “No sabía que hacer con él, pero me encantó. Me entró la idea loca de incorporarlo en esta casa, pues con mis amigos tenemos una dinámica de cocinar, compartir una copa de vino, y pensé que sería bueno usar la corteza de este árbol caído como mesa alta para comer, estilo bar”.
Al principio no visualizaba la combinación del modernismo arriesgado de la cocina con el área social, pero una vez trabajada la madera y creado el mesón, se materializó la armonía en la conexión entre los espacios. Cuando llegaron las sillas blancas y altas que acompañarían al comedor, las vio duras y rígidas, pero recordó que en sus viajes a esquiar en Europa, las sillas en las terrazas estaban cubiertas con pieles de animales. Con eso en mente, compró pieles de borrego con las que cubrió las sillas altas de su comedor, y transformó el espacio en un lugar muy acogedor, único, que evoca gratos recuerdos.
A pesar de ser una diseñadora innata, confiesa que le cuesta imaginar cómo quedarán los espacios en los planos arquitectónicos. Para entenderlo mejor, trabajó con su amiga, la Arq. Aninike Sassen Van Elsloo, con quien logró plasmar sus ideas en papel. “Aninike es maravillosa, analizamos los planos y creamos los espacios como yo los quería. Tumbamos paredes, abrimos la cocina, e integramos los ambientes”.
Rompiendo a su paso los rígidos esquemas de decoración, ha logrado exitosos resultados que saltan a la vista en este reportaje. Su preferencia por utilizar fotografías en gran formato para las paredes, en lugar de colocar cuadros y pinturas, se evidencia desde la entrada a la casa.
Justamente al atravesar la puerta principal, nos da la bienvenida una foto en blanco y negro que presenta un desnudo apuntando al visitante. “Es una imagen un poco transgresora, en el sentido de que no esperas que algo así te reciba al entrar a la casa, pero refleja la seguridad que siento por lo que hago” explica. “Las fotografías de desnudos son mis favoritas, y por la fuerza del mensaje que transmite, está en la pared sin nada más”.
De otra pared cuelgan imágenes del fotógrafo peruano Mario Testino, el favorito de la Princesa Diana, que ha fotografiado a celebridades como Kate Moss, Lady Gaga y Madona, y cuyo trabajo ha sido publicado en revistas como Vogue y Vanity Fair. “Como soy fanática de la moda, soy su seguidora, y en una exposición a la que asistí en Lima pude conseguir fotos que había hecho a modelos famosas. Hay unas que son más transgresoras que otras, y aunque no son desnudos, mantienen unidad visual con la fotografía más grande”.
María Fernanda aprovecha sus viajes alrededor del mundo para renovar sus propuestas, alimentar su creatividad, y sorprender con esquemas muy propios. “Visitar otras ciudades, ir de un lugar a otro y conocer gente nueva, es una dinámica que me inspira”, cuenta. “La propuesta en mi hogar tiene que ver mucho con la etapa de la vida que estoy viviendo. Ligera de equipaje, busco cosas simples, fáciles y que no generen ataduras”.
Sin lugar a dudas, María Fernanda es ciudadana del mundo. Sus pasos reflejan un estilo de vida chic y lleno de glamour, evidenciando cada rincón y remoto lugar que ha pisado en un no parar de viajar, conocer y descubrir. Toda su energía la canaliza hacía una vida cosmopolita, con una agitada agenda profesional que distribuye su tiempo entre ejercer su función como Directora Ejecutiva del Hospital Alcivar de Guayaquil, la administración de una tienda de ropa en Cumbayá de la que es propietaria, la sociedad que mantiene con su hijo Gabriel en la Constructora Ariconstru, el manejo de su empresa importadora de instrumental médico con sede en Miami, y su afición por el interiorismo y la decoración.
Su aventura en el sector inmobiliario ha logrado grandes aciertos. Cuenta con dos proyectos terminados y en proceso de entrega; y ha obtenido los permisos de construcción para un edificio en Samborondón que pronto colocará su primera piedra. “Gabriel es el Jefe de Proyecto, y cuando llega la parte del interiorismo entro yo. Esta se ha convertido en una nueva profesión que no la pensaba tener, pero me encanta”.
María Fernanda pone pasión en todo lo que hace, y ese es el estilo que la caracteriza. Se entrega con alma, vida y corazón a cualquier proyecto, convirtiéndolos a todos en parte de su vida. El tiempo y dinero que invierte en sus emprendimientos los cosecha con creces. “Estoy acostumbrada a esta vida sin parar. Soy hiperactiva, desbordo energía todo el día, y la he canalizado en el trabajo y en exprimir el gusto que tengo por la vida. Esa es mi filosofía, y es la mejor”.
Describo a María Fernanda González como a una amante de la vida. Disfruta de todo cuanto encuentra en su camino con un aire muy refrescante, de aquel que no veía hace mucho tiempo.