Por Carla Rossignoli
Ricky & Verónica Luque es la marca que identifica de manera directa, tal y como son, a dos hermanos que hace seis años decidieron unir su creatividad, luego que de forma independiente mantenían una importante trayectoria en el mundo del diseño.
Para hablar de sus inicios debemos necesariamente remontarnos a una herencia familiar, afianzada por su madre y abuelo paterno. “Ella siempre buscaba nuevos espacios a los adornos, decoraba constantemente. Mientras que visitar el estudio de mi abuelo, arquitecto de profesión, representaba toda una aventura entre planos y maquetas”, recuerda Verónica.
El portafolio de Ricky y Vero está centrado en proyectos residenciales, comerciales, corporativos y lobbies. En todos ellos predomina un proceso creativo que emprenden siempre de la mano del cliente, fieles a su convencimiento de que la fuerte atención a los detalles proporciona una mirada distinta a cada proyecto. Los residenciales son, sin lugar a dudas, sus favoritos, porque a través de ellos generan una relación más cercana y dinámica con el cliente, lo que les permite retratar su personalidad en el producto final.
Verónica y Ricky Luque
“Para extraer toda la información y obtener el retrato perfecto, establecemos de partida una relación honesta, de altísima confianza, dinámica, sin poses ni divismos”, asegura Ricky. Son varios momentos los que se definen como necesarios: primero conocen al cliente y su entorno; el segundo momento se convierte en una salida “entre amigos”, un café, una cena o una conversación en la que identifican características más profundas. El último momento es el idóneo para realizar visitas de campo con el cliente a mueblerías, tiendas de accesorios para decoración, en definitiva a aquellos lugares que lo estimulan positiva o negativamente. A partir de ahí trabajan el boceto inicial que se convierte en punto de partida de hacia dónde va el proyecto.
En el caso del cliente corporativo la atención personalizada es también lo que prima, aun cuando Ricky y Vero reconocen que el resultado final se mide con otros parámetros. Quizás con cierto pragmatismo, al ser proyectos que representan en todo momento a una marca y su filosofía. Según Ricky, lo interesante de las propuestas corporativas es lograr espacios que mejoren la energía de quienes los visitan, pero por sobre todo de quienes laboran en ellos, porque así contribuyen directamente con su bienestar.
Los proyectos comerciales -restaurantes, tiendas o cafeterías por ejemplo- son los que les permiten ser más arriesgados; conectarse con un deseo explícito de generar memorabilidad, es decir provocar en el cliente el deseo de volver. Al hablar del último producto de su portafolio, los lobbies, Ricky y Vero casi al unísono señalan que es el que les impone un reto más complejo al tener que retratar a un amplio grupo de personas, con intereses o gustos distintos, por lo que no siempre se da el mismo nivel de involucramiento.
Ricky Luque
La conversación con Ricky y Vero continúa en un ambiente absolutamente relajado, entre ellos hay conexión. Así lo notamos en el intercambio de sonrisas cómplices entre ambos, al preguntarles cual es el “estilo” que impregnan en sus trabajos. “Nuestro estilo radica en una forma de hacer las cosas, tiene mucho que ver con la fase o ciclo creativo en el que nos encontremos”, sostiene Ricky con absoluta solidez. Vero añade que sus fases creativas se complementan siempre con aquella personalidad identificada en el cliente, es decir con lo que se convertirá en el retrato final de su gran obra.
Es justamente por la forma de describir su estilo que resulta fácil de entender el por qué, para estos dos hermanos, hablar de tendencia es peligroso, ya que está atada al concepto de lo moderno, y lo moderno, para ambos, pasa de moda rápidamente. Y es que no solo tienen una mirada hacia adelante, por sobre todo miran al pasado, a referencias del presente contemporáneo o a historias que se remontan mucho más atrás. De ahí que son muy sensibles ante el pedido de ciertos clientes de mantener accesorios o muebles con un alto valor sentimental.
Normalmente tratan de integrarlos al diseño, con ciertos cambios si fueran necesarios, porque entienden que imponen un sello y una historia personal a la propuesta. En caso de no hacerlo, siempre compartirán con el cliente los argumentos que dejen claro los motivos. Lo que no tiene espacio a discusión es que jamás repiten piezas, ni mucho menos obras. “Sería como calzar los zapatos de otra persona cuando en realidad son tus zapatos los que debes caminar, y es tu camino el que debes emprender”, así lo describe Ricky; mientras que Vero hace énfasis en lo cuidadosos que son tanto en la exclusividad que brindan a sus clientes, como en la exclusividad de su trabajo.
En el día a día entre Ricky y Vero también existe una fórmula ideal. En lo administrativo u operativo las divisiones de tareas se dan de manera orgánica, todo depende de quien se relaciona mejor con determinado cliente o proveedor. Para las tareas creativas, es decir las más difíciles de delegar, el problema está resuelto porque al ser tan parecidos fluyen en una misma dirección. Lo ejemplifican al contarnos que si necesitan de algún accesorio son capaces de entrar a un almacén, dividirse para buscarlo y a los 20 minutos salir y darse cuenta que su elección fue la misma.
Hablar del futuro no hace más que motivarlos. En su renovar constante se ven caminando hacia la integración absoluta entre el interiorismo y la arquitectura. Ya han dado pasos firmes al establecer alianzas con renombrados arquitectos que les generan aprendizaje y crecimiento profesional. Les llama mucho la atención desarrollar su creatividad en un proyecto hotelero, porque tendrían la oportunidad de extrapolar a lo corporativo espacios tan especiales como salas y dormitorios.
Ricky y Verónica Luque
Así es como se parecen y así es como se complementan Ricky y Vero. Hermanos a quienes los retos alimentan, a quienes une su pasión por el diseño y la creatividad constante. Hermanos alejados del status quo, y quienes aseguran a sus clientes resultados fuera de lo común… resultados que salen del molde.
Verónica Luque