Por Gabriela Paz y Miño
Corresponsal España
© Fotos José Hevia
No siempre el paso del tiempo significa la pérdida de valor. Lo saben los japoneses, creadores de la técnica del Kintsugi: un primoroso y centenario arte que consiste en resaltar, con barniz o resina de oro, las cicatrices de un objeto de cerámica que se ha roto.
© Estudio Vilablanch – TDB Arquitectura
Se trata de enfatizar la huella de los años como una forma de validar la memoria. Un principio que puede aplicarse a cada ámbito de la vida. Y la arquitectura, por supuesto, no es la excepción. En un inmueble, esas huellas de valor histórico, contrastadas con criterios de confort y funcionalidad, pueden convertirse en su principal atractivo y también en una razón para revalorizarlas económicamente.
Es el caso de Casa Burés, una edificación modernista, situada en el corazón del Eixample de Barcelona, construida entre los años de 1900 y 1905 a pedido de un rico industrial catalán de la época: el empresario textil Francesc Burés i Borràs.
En su primera etapa de esplendor –antes de su deterioro y de su reciente rehabilitación- Casa Burés fue concebida como una joya del modernismo, corriente que en Barcelona halló terreno fértil gracias al talento de varios arquitectos. Entre ellos Antoni Gaudí y uno de sus discípulos y colaboradores más discretos: Francesc Berenguer i Mestres, hijo de un maestro de escuela de Gaudí, y constructor de Casa Burés.
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Sin embargo, la edificación no llevó la firma de Berenguer, quien no tenía título de arquitecto, sino solo de maestro de obras. Por eso el inmueble, como muchos otros de su autoría, tuvo otra rúbrica; en este caso la del arquitecto Miquel Pascual i Tintorer.
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Su tamaño, la belleza de su fachada, el detalle de los balcones con barandas de hierro, así como la impresionante torre que la corona justo en el vértice en el que forma esquina, hacen de Casa Burés una edificación imponente, que había sido abandonada y sometida a vandalismos y saqueos.
Aun en ese estado ruinoso, previo a la rehabilitación, el edificio exhibía, tras su fachada de piedra, todas las características de esta corriente arquitectónica: confort, amplios y luminosos espacios habitables, materiales de gran calidad y belleza. Pero su mayor tesoro estaba en su decoración interior, calificada como una “sinfonía” de hierro, vidrio (los mosaicos merecen un capítulo en sí mismos), madera, marquetería y piedra.
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La casa, conformada por una planta inferior, cuatro pisos, un sótano y un ático, está situada en el chaflán de las calles Ausias y Girona. En sus orígenes tuvo un doble uso, por decisión del empresario catalán que fuera su primer propietario. En la planta baja funcionaba la sede social de la empresa textil, mientras que en el primer piso, Burés instaló su vivienda: un lujoso hogar de más de 1.000m2. En las plantas superiores se adecuaron doce pisos de alquiler de 300m2 cada uno. A ellos se accedía por uno de los primeros ascensores que se vieron en Barcelona.
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Una historia viva y cambiante
La historia de Casa Burés es un relato vivo. Parte de ella la cuenta a CLAVE! Jacinto Roqueta, socio de la promotora Bonavista Developments, a cargo del proyecto. Jacinto es uno de los más entusiastas visionarios de un sueño, cuya concepción y realización estuvo a cargo de los estudios Vilablanch y TDB Arquitectura.
En 1920, explica el promotor, el hijo de Burés, Francisco Burés y Regordosa, tomó el relevo de la empresa. En 1940 se constituyó como sociedad anónima con el nombre de Industrias Burés SA. Finalmente, la fábrica cerró en 1991.
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A partir de allí, Casa Burés tuvo un destino accidentado. Para ella hubo, incluso, grandes planes desde el sector público. El Ayuntamiento de Barcelona la compró en 2007, con el objetivo de convertirla en un centro de interpretación del modernismo y sede barcelonesa del Museo de Arquitectura y Urbanismo.
Ese centro no llegó a implementarse y, finalmente, en 2008 la casa fue vendida a la Generalitat de Catalunya, que tenía previsto instalar allí varias dependencias administrativas. Debido a la crisis la entidad decidió vender el inmueble en una subasta. Bonavista Developments la compró el 20 de noviembre de 2014.
Entonces empezó a tomar forma el proyecto de rehabilitación integral, cuya máxima ha sido –como en el arte del Kintsugi- respetar las huellas del tiempo en la edificación, y hacer un corte de técnicas y materiales, que destaque los elementos originales y los contraste, claramente, con la intervención.
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Así, explica Jacinto Roqueta, se restauraron los elementos arquitectónicos y decorativos que se encontraban en buen estado y se añadieron nuevos, con una consigna: que estos no compitieran ni imitaran a los antiguos. En todos los casos posibles se restauraron materiales y colores originales, utilizando técnicas artesanales de la época (pavimentos nolla, techos policromados, elaboradas molduras…). La innovación se dio con uso de colores y materiales distintos a los existentes (nuevos pavimentos, cerámicas, mobiliario…).
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“El reto principal fue afrontar el estado ruinoso del edificio que, cerrado desde hace más de diez años, había sido víctima de actos vandálicos y numerosos robos, desde las lámparas hasta las tuberías de cobre o el motor del ascensor”, explica el promotor. Incluso una de las esculturas más emblemáticas, la del oso que da la bienvenida a Casa Burés fue destruida: “le rompieron las patas delanteras para robar la farola que sostenía”.
Ante este panorama se tomó la decisión de respetar al máximo la construcción original de esta vivienda, catalogada en 1979 como bien de interés cultural. “El objetivo fue no alterar la esencia de Casa Burés. Se procedió a la reorganización de las plantas y a la restauración respetuosa tanto del interior como de las diferentes fachadas del edificio, protegidas por su gran valor, al igual que el patio interior, las cristaleras y la escalera”.
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El proceso de rehabilitación
Uno de los aspectos más complejos fue la intervención de la fachada. El objetivo fue rehabilitarla integralmente, conservando al máximo los elementos originales: el aplacado de piedra de Montjuïc y sus acabados, la ornamentación escultórica con motivos vegetales y volutas, y las barandillas de piedra y hierro forjado. “Los artesanos han estudiado hasta el último detalle de los elementos de madera y vidrio”, detalla Roqueta.
Según el promotor, en el edificio se estaban perdiendo elementos de un valor incalculable. En la vivienda, además de los actos vandálicos, quedaban huellas de muchos rodajes y de algunos eventos que se habían realizado y que, no en todos los casos, fueron respetuosos con la estructura o el interior.
©Estudio Vilablanch – TDB Arquitectura
El reto de rehabilitar Casa Burés haciéndola atractiva para quienes quieren invertir en viviendas de lujo, dentro de un inmueble histórico, tomó tres años. Los resultados son los que sus promotores esperaban.
La intervención integral ha merecido dos reconocimientos importantes: el primer premio en la categoría Private Housing Interior de los Archmarathon Selection Award 2019, y Five Star en la Categoría de Remodelación Residencial y Renovación de los European Property Awards 2017.
Casa Burés recobró el esplendor de su espíritu original, al que se añadió una cuidada estética contemporánea. Además, se revalorizó en el mercado alcanzando un precio por metro cuadrado de 8.000 euros.
©Estudio Vilablanch – TDB Arquitectura
Jacinto no habla de cifras, pero sí reconoce que los pisos, de estética industrial e interiorismo limpio, han atraído al segmento que esperaban. “Tenemos una mezcla de clientes locales, y también internacionales, que valoran la localización, historia del edificio, y también el proyecto arquitectónico. Son conscientes de la labor de recuperación, además de soluciones funcionales, cómodas y lujosas, para las 26 viviendas exclusivas que se diseñaron en su interior”.
Los apartamentos, áticos, lofts y pisos nobles, de entre 100 y 500m2, así como las zonas comunes (vestíbulos de acceso, escaleras y rellanos), fueron construidos o reformados por un equipo de expertos, entre los cuales constan arquitectos, interioristas y artesanos de toda España. Además de las viviendas, en la zona del sótano se adecuó la piscina, un spa, gimnasio, zona de entretenimiento y una cocina profesional.
“Es un edificio protegido y hemos trabajado codo a codo con patrimonio”, enfatiza el promotor. “No solo hemos respetado todas y cada una de las indicaciones de los expertos sino que incluso hemos decidido recuperar elementos y hacer intervenciones que la normativa no nos exigía. Lo hemos hecho porque nos apasiona este proyecto y ha sido una apuesta empresarial pero también sentimental”.