Mónica Quiroga

NAYÓN

Por: Ana María Buitrón
Noviembre – Diciembre, 2014

Su arte proyecta sus emociones, el oficio lo lleva como herencia, y su obra moldea sueños que resplandecen los espacios. Mónica Quiroga es un ser lleno de sensibilidad. Una artista en todo sentido de la palabra, y una de las pocas expertas en el arte del vidrio en el país. El oficio ha sido herencia, siendo ella la quinta generación de su familia en trabajarlo. Su padre, Manolo Quiroga, lo aprendió de su abuelo, y desde pequeña ella se divertía y pasaba horas en el taller junto a él, observándolo y aprendiendo.

El taller se encuentra ubicado junto a su casa en Nayón. Y aunque la construyó hace 14 años, hay troncos de árboles que sirven de columnares para la estructura que le dan un toque absolutamente contemporáneo. Junto a éstas, las obras en vidrio son las estrellas de la casa. En cada esquina se encuentra alguno de sus trabajos que aporta transparencia y a la vez un toque discreto de color a la decoración. Un enorme jardín repleto de árboles separa su casa del lugar donde crea y se llena de inspiración. A través de su palabra y sus espléndidas obras, muestra cómo por medio de su especialidad en trabajar el vidrio, logra obras llenas de color e inesperados diseños.

¿Qué actividades artísticas cultivaste?

Estudié soplado en vidrio durante tres años en un Instituto de Arte en California, donde obtuve una sub especialización en danza. Siempre tuve cercanía especial con el arte, pinté y me gustó bailar, me dediqué al ballet desde los cuatro años, y practiqué jazz y danza contemporánea en la universidad. Logré una formación holística donde los estudios permitieron involucrarme en otras ramas como fotografía, textiles, gravado en madera, entre otros. A los 23 años regresé a Ecuador y desde entonces mi relación con el arte se sembró con ilusión y fuerza. Al estar dedicada por completo al trabajo en vidrio, decidí especializarme más y viajé a Nueva York para capacitarme en la técnica de vitrales y continuar aprendiendo sobre el soplado.

¿Qué actividades artísticas cultivaste?

Estudié soplado en vidrio durante tres años en un Instituto de Arte en California, donde obtuve una sub especialización en danza. Siempre tuve cercanía especial con el arte, pinté y me gustó bailar, me dediqué al ballet desde los cuatro años, y practiqué jazz y danza contemporánea en la universidad. Logré una formación holística donde los estudios permitieron involucrarme en otras ramas como fotografía, textiles, gravado en madera, entre otros. A los 23 años regresé a Ecuador y desde entonces mi relación con el arte se sembró con ilusión y fuerza. Al estar dedicada por completo al trabajo en vidrio, decidí especializarme más y viajé a Nueva York para capacitarme en la técnica de vitrales y continuar aprendiendo sobre el soplado.

¿Qué aprendiste de tus padres y su relación con el arte?

Mis padres son mi inspiración. De mi padre he recibido la tenacidad, sus sueños, disciplina y perseverancia. He aprendido que con esfuerzo uno puede conseguir lo que se propone. De mi madre, Amparo Ferri, acojo el amor por el arte, la danza, la música y, sobre todo, por la gente que la rodea; ella siempre esta ahí cuando más le necesito.

¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?

Mi padre es especialista en tallado en vidrio, creó unos diseños indígenas que representan la esencia de Ecuador; pero lo hizo desde su mirada de extranjero, rescatando la cotidianeidad. Curiosamente, la mayoría de sus clientes vivían en el exterior. Inicié tallando vidrio, pero tallar es sacar brillo del cristal y no era lo que más me gustaba porque carecía de color. Tiempo después, fui la primera artista en el país en trabajar con vidrio fundido y esto sí que me apasionaba. Realizamos un bazar y mis trabajos en platos fueron un éxito. Era un tipo de arte inusual en el país. Me encantó trabajar con color, experimenté mucho con esta técnica y es así como hoy estoy aquí.

¿En qué consiste el proceso de trabajo?

Realizo obras funcionales y artísticas. Primero, tengo en mente qué y cómo lo quiero hacer. La técnica que aplico es muy versátil, pero básicamente el trabajo empieza con la pintura sobre vidrio laminado, que se hace mezclando unos polvos con agua para convertirlos en acuarela. Empleo cristales y espaguetis de colores e hilos de cobre que doy forma con el calor. En ocasiones coloco en mis obras piezas o materiales que encuentro en el camino. Tengo especial cuidado con los elementos que elijo, ya que el vidrio no es compatible con todos los materiales; incluso las impurezas pueden hacer que éste explote dentro del horno, o meses después de entregar la obra.

¿Luego qué sigue?

Cuando está listo el diseño lo junto con otro pedazo de vidrio y lo coloco en el horno para fundirlo a

temperaturas súper altas. La propiedad maleable del vidrio, sumada con el color y los elementos que añado, permiten que el producto final sean obras de arte. El calor genera efectos tan especiales en el vidrio que, aunque tengamos el control del proceso, siempre será una sorpresa ver la obra al salir del horno.

¿Trabajas los materiales en frío?

Claro, esto marca la diferencia en mi trabajo. Al tener la maquinaria para tallar que heredé de mi padre, diseño formas distintas y creo algunas esculturas.

¿Cuánto tiempo toma la creación de una de tus obras?

Si es una obra que después del horno no requiere tallado en vidrio, la culmino en dos días. En el caso de esculturas que requieren un minucioso trabajo, me toman alrededor de una semana.

Sé que has trabajado con Adriana Hoyos, ¿cómo ha sido esta experiencia?

Colaborar con Adriana ha sido una puerta abierta para el mundo del diseño. Desde hace seis años

que trabajo con ella. Lo que diseño con Adriana Hoyos es de su exclusividad, y es una vitrina abierta a nivel internacional por el éxito que ha tenido la marca en Miami, Bahamas, Panamá y Chile. Normalmente diseñamos arte decorativo. En ocasiones lo conceptualizamos juntas, y en otras, yo propongo el diseño y Adriana aconseja y aprueba.

¿Cuál es la tendencia actual?

Los colores agua como el champán se están utilizando mucho, también los colores metalizados que combinan muy bien con los muebles en tonos neutros que se utilizan hoy en día.

¿Cómo describes la experiencia de trabajar en Ecuador?

Ecuador me abrió las puertas. Esta tierra es súper generosa, la gente aprecia mucho el trabajo, el

cliente valora la cercanía con el artista al punto que quieren conocerte para saber quién diseñó su obra. Es muy especial sentir esa calidez. El cliente ecuatoriano busca sobre todo arte decorativo. Hay pocos coleccionistas, y tengo clientes de todas las edades y con gustos muy diversos. Es interesante cómo cada obra o pieza cautiva de manera distinta a cada persona. Me ha ido muy bien con las fuentes y platos en los que trabajo. Ahora me quiero aventurar y volver al soplado en vidrio para crear nuevas obras.

¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?

Como buena artista soy una persona muy emotiva. Llevo mi arte con pasión, creo que los momentos por los que transcurre mi vida influyen totalmente en mi obra; ahora vivo un proceso especial y de sensible aprendizaje donde estoy mucho más conectada conmigo mismo. Así, durante este año, mi obra ha manifestado los colores de un proceso emocional. Al inicio trabajé con ausencia de color y actualmente me identifico con tonalidades rojas y negras. Tengo un par de obras que se van transformando al igual que yo lo hago; es decir que son elementos en los que sigo trabajando. Por ejemplo, hay una escultura que inicialmente la nombré “El por qué” y ahora se llama “El para qué”.

¿Algún referente que te sirva de inspiración?

Algunos. Frida Khalo, por sus colores e imaginación; Jaime Graschinsky, por la libertad con la que maneja el vidrio; y Vik Muniz, por su generosidad con la gente más necesitada.

Tu familia influencia tu trabajo?

Mis hijos son mi inspiración; cada uno con su distinta forma de ser. Ellos son lo más importante y el trabajo es un añadido en mi vida. Desde siempre quise dedicar el mayor tiempo posible a mis hijos, ser su madre y compañera. Por ello decidí tener un trabajo flexible que me permitiera esta cercanía. Es una decisión que rindió sus frutos porque los he visto crecer cada minuto y he compartido hermosas experiencias con ellos.

¿Qué consejo les regalas a tus hijos?

Ellos son un apoyo y siempre está presente su abrazo. Tengo un lema que quiero inculcarles “cualquier cosa que uno haga en la vida tiene que hacerlo con una gran dosis de amor; el resto se lo gana con experiencia, constancia y esfuerzo. Hay que disfrutar lo que haces y así tendrás más de la mitad del camino logrado.”