Por Caridad Vela
Si bien los dones son un regalo de la vida, está en cada uno de nosotros aceptarlos, estimularlos y transformarlos en aquello que nos define. Requiere esfuerzo y perseverancia explotarlos al máximo para destacar y surgir como referente en su realización.
Cristina Fiallos, de origen guayaquileño, nace con el don de la sensibilidad hacia lo efímero. Música, teatro y arte eran lo suyo, y supo dejarse guiar por esa estrella para explorar esos ámbitos desde muy temprana edad. “Todo mi desarrollo artístico lo obtuve fuera del colegio, en el conservatorio de música, en academias de canto y teatro”, nos cuenta.
De hecho, los últimos tres años de secundaria abandonó el colegio para aplicar a la escuela de Bellas Artes, donde por tres años desarrolló sus bases artísticas en anatomía, pintura y escultura. Resalta que sus padres fueron su mayor apoyo, pues al reconocer sus habilidades a muy corta edad, la guiaron e incentivaron hacia desarrollar sus destrezas.
Su hogar está en Samborondón, vive cerca de su familia. En la decoración lo que más resalta son sus piezas artísticas, que se entrelazan con los de autoría de su madre. Durante los dos últimos años ha viajado mucho, y por ello ahora su dormitorio está convertido en estudio, en ese ambiente en el que pinta y crea cuando está de regreso. “En la mañana soy más activa y creativa, el día lo aprovecho para investigar y bocetar ideas, la tarde la dedico a pintar y en la noche hago ejercicio”, nos dice al comentar su día a día.
Como mujer la definen sus valores y sus derechos; como artista, su sensibilidad y perseverancia. En este relato nos cuenta cómo llegó al lugar donde está hoy y lo que tiene en la mira para el futuro.
¿En dónde te forjaste como artista?
Mi carrera en artes plásticas la Estudié en la UEES, pero simultáneamente tomé múltiples talleres de pintura y escultura en el ITAE. Al graduarme continué mi especialización en cerámica y escultura figurativa, con estudios en Carolina del Norte, Estados Unidos, en Penland School of Crafts. Me pareció maravillosa la comunidad de ceramistas que están localizados en esa área, y eso la hace muy especial. La calidad de las clases y la posibilidad de estar en contacto con tantos artistas internacionales hizo que creciera muchísimo creativamente.
¿Cuál fue el siguiente paso?
Fui a Atlanta durante unos meses para preparar mi primera colección de piezas funcionales en cerámica. Trabajé en el estudio de un amigo ceramista, Dow Redcorn, donde preparé 60 piezas para mi exhibición individual que se llamó Warmikuna, que tiene a la mujer indígena como punto central, y la presenté en Guayaquil, el 15 de mayo, en el local La Galería.
¿Porqué elegiste a la mujer indígena para Warmikuna?
Cada proyecto empieza con el desarrollo investigativo. Mi misión es reunir tres características en una sola pieza: estética, funcionalidad, y además comunicar, transmitir realidades. Al ser mujer sentí la problemática a nivel personal, quería promover y visibilizar los aportes, la superación de su silencio en el avance hacia la equidad de género, el reconocimiento de su derecho a ser diferentes.
¿Qué piezas incluye la colección?
Son 60 piezas con una variedad de platos, cuencos, vasos, tazas, jarros, teteras, mantequilleras, saleros y pimenteros, floreros, etc. A la gente le encantó, a pesar de que la cerámica aún no es tan conocida y popular en Guayaquil, pero la temática es muy personal y creo que eso los conectó mucho. Las piezas que diseño se adaptan bien en cualquier decoración, tienen un toque folklórico y contemporáneo. No sigo tendencias, mi arte es la manifestación de mis ideales.
¿Cómo nace el proceso creativo?
Cuando se trata de crear la pieza en cerámica primero visualizo la forma del objeto y su funcionalidad, luego adapto la ilustración que he bocetado previamente, en la pieza. Uso técnicas de hand build, trabajo en la rueda, con slabs, aplico técnicas de grafito, Mishima y carving.
Además eres cantante y compositora, ¿cómo encuentras equilibrio entre estas dos aristas?
Componer y cantar son cosas que van de la mano y fluyen de forma orgánica. Cantar es una forma de conectarme con mis sentimientos y por medio de mis composiciones puedo expresarme de manera más íntima y personal. La mayor parte son relatos de vivencias personales, pero también escribo sobre historias inspiradas en otras personas. La música refleja mucho mi personalidad, se conecta con mi parte emocional, no es triste, pero creo que mi voz tiene bastante alma. Además toco piano desde muy niña, es otra de mis pasiones.
Ahora estás en China. ¿Qué te llevó al otro lado del mundo?
Estoy haciendo una residencia artística en cerámica que dura unos meses. La cerámica es muy amplia y compleja; y como artista, recorrer lugares, culturas y estudiar diferentes procesos y técnicas es clave. Me expongo a nuevos retos que desafían mi capacidad: nuevo estudio, otro idioma, usar nuevos materiales como porcelana y glazed como Celadon, que es característico de Jingdexhen, quemar a otras temperaturas, compartir con residentes internacionales…
¿El cambio te inspira?
Esta ciudad ofrece una cultura con historia muy antigua. En estos meses estoy trabajando con artesanos, aplicando sus técnicas ancestrales en mis piezas, y aprendiendo sus métodos y procesos para producción masiva. Es definitivamente una oportunidad increíble. Estaré de regreso en Ecuador en agosto.
¿Qué hay en tu horizonte creativo?
Mi siguiente objetivo es montar mi estudio de cerámica. Posiblemente será en Cuenca. El proyecto de las mujeres lo voy a seguir desarrollando, explorando más a fondo, y para ello continuaré visitando a los grupos étnicos. Mi objetivo es continuar creando piezas únicas, explorando diferentes arcillas, técnicas y métodos de decoración de mis piezas.