UNA FÁBRICA DE ‘ÑEQUE’ EN EXPANSIÓN
Por Soraya Constante
El colectivo Pata de Gallo recibió el primer premio en la categoría de rehabilitación arquitectónica en la XXI BAQ2018 por recuperar el conjunto de naves industriales de la antigua fábrica textil La Tejedora, en Cumbayá. Pero esto, que se lee pronto, demandó una larga dedicación de los cuatro integrantes del grupo, que empezó por construir palmo a palmo su propio espacio de trabajo.
Michel Dreyer, uno de los arquitectos integrantes del grupo, lo llama “el proyecto de los 52 lunes” porque cada inicio de semana, durante un año entero, se reunieron después de sus jornadas laborales para adecentar una de las naves abandonadas de la fábrica textil que consiguieron con la promesa de reformar el lugar.
“Nos juntábamos los lunes en la noche, eran los lunes religiosos de ir a construir el espacio, aún no teníamos nombre, estábamos alineados en lo que queríamos, aunque no sabíamos bien qué iba a resultar”, cuenta Cristina Muñoz, la diseñadora interactiva del equipo. Había que pintar las paredes, enlucir el techo, retirar la brea del piso, colocar ventanas, construir el baño… “Nos daban las tres de la mañana y seguíamos trabajando, a veces tocaba desconectar las extensiones para que cada uno dejara de hacer lo que estaba haciendo”, recuerda Michel. ¿Qué les motivaba a seguir? Todos concluyen que fue “el ñeque” que tienen. Esa fuerza, todavía hoy en día, les impulsa a aceptar cualquier reto.
Uno de los desafíos fue dar una segunda vida a los 100 tableros triplex que resultaron de la muestra internacional Casacor en 2014. “En plata eran como $5.000, que además había que pagar para que nos reciban en un botadero, entonces los trajimos aquí y convertimos esto en un aserradero, reprocesamos todos los tableros, hicimos tiras y desarrollamos un tablero que lo llamamos Mil hojas”, dice Renato Ávila, el otro arquitecto del grupo.
Con esa madera refinada diseñaron todo el mobiliario de su oficina y otros objetos como taburetes que vendieron más tarde. Felipe Salvador, el diseñador industrial o el “handy-man” del equipo, se aplica a lo máximo en esa parte experimental casa adentro, que ellos llaman Fabricatorio. “Mi fuerte son las herramientas”, asegura.
El nombre de Pata de Gallo resultó de un taller de naming que hicieron cuando empezaron el proyecto. Fue el favorito entre varios por aquello de “hacer pata de gallo”, esa idea de colaboración que tiene el grupo para que otros lleguen más arriba. Cristina explica que en el nombre también hay algo de las “patas de gallo” que se dibujan en los ojos y denotan “experiencia”, y añade que también quisieron hacer “un guiño a la industria textil” que ocupó el espacio en el pasado, pues pata de gallo es el nombre de un patrón textil, de color blanco y negro, que ellos tomaron como punto de partida para diseñar el logotipo del colectivo.
El colectivo oficialmente se asentó en la nave remodelada de la Tejedora en enero de 2017 y empezó a ocuparse del diseño y construcción de la mayor parte de los locales. También se hicieron cargo del plan maestro para el crecimiento de este espacio que es conocido como un distrito creativo en Cumbayá: una hectárea de locales de arte, salud y gastronomía, que contempla crear 2.000m2 adicionales para dar espacio a la tecnología con talleres y laboratorios de I+D.
Entre sus referentes está Wynwood en Miami y 22@Barcelona. “Ahora estamos con la construcción de un teatro y finalmente tenemos la visión de que esto podría tener vivienda temporal o permanente”, revela Renato. “Se busca ese uso mixto entre equipamiento comercial, vivienda e industria ligera, por ejemplo Che Alfajor, que es una industria pequeña que ya está aquí. La gente que viviría aquí en el futuro ya tendría todos esos servicios”, acota Michel.
La idea de ensamblaje está presente en los procesos del colectivo. “Nos juntamos y llegó el momento en el cual hicimos clic, es lo que llamamos el ensamble”, explica Renato. “Luego comenzamos a hacer las ejecuciones en la Tejedora y llegó un punto en el cual la Tejedora también hizo clic y comenzó a vivir como un ecosistema de emprendimientos”. Cuando eso pasó, el grupo de creativos empezó a mirar el entorno y de ese ejercicio de observación nació su siguiente y más ambicioso proyecto: construir un verdadero distrito creativo o cultural que incluya a todos los habitantes.
Para repensar Cumbayá lo primero fue delimitar una superficie de trabajo. Escogieron 23 hectáreas (los límites fueron el Chaquiñán, la vía Guayasamín, el río San Pedro y la Universidad San Francisco), y constataron que aunque todos los habitantes de esa zona tienen la idea de que Cumbayá es un sitio verde para vivir, realmente solo hay un 5% de espacio verde al que todos tienen acceso. Lo demás está encerrado entre los muros de las urbanizaciones que representan casi el 20% del espacio.
Entre sus otros hallazgos está la piscina histórica, una escalinata que conecta la Tejedora con la Plaza de Cumbayá, el barrio Quinta Bertha y 148 emprendimientos cuya mayoría está dentro de la cultura creativa como la Tejedora, lo que dio más fundamento a la construcción del distrito cultural.
De cara a un concurso del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana (IMPU), en 2018, diseñaron siete proyectos que trabajaron conjuntamente con la comunidad: conector escénico, barrio organizado, zona de prioridad peatonal, nuevos emprendimientos, reciclemos, mi quebrada y centro deportivo. El primero de la lista es el que la gente, en los talleres que organizó el colectivo, consideró prioritario porque promueve recuperar la escalinata y hacer un circuito peatonal que conecte con el Centro Histórico de Cumbayá y el Chaquiñán. Y aunque el proyecto de Pata de Gallo no fue seleccionado por el IMPU, el colectivo sigue empujando sus ideas.
“Todos los proyectos avanzan simultáneamente, comprendemos que cada uno lleva distintas gestiones con distintos actores. Es un gran proyecto y está esa visión nuestra que implica trabajar a varias escalas”, explica Cristina. “Los proyectos van a contribuir al distrito creativo Cumbayá. Este es un trabajo pensado de aquí a cinco años”, añade Michel y entre todos concluyen que las alianzas público-privadas son necesarias para seguir. Para Renato la propuesta de elevar Cumbayá a un distrito cultural busca “romper el paradigma de cómo se viene haciendo el desarrollo inmobiliario actual, y pelear contra fantasmas como el cemento desmedido y la exclusión social”. En otras palabras resistir, de eso va el trabajo de Pata de Gallo.
El grupo vuelve a mencionar el “ñeque” para responder a la pregunta de qué los mantiene firmes en sus ideas. “Tienes que creer en algo que no puedes ver, pero que sabes que va a pasar, es un acto de fe”, dice Felipe. El “ñeque” que citan una y otra vez, es como el combustible que los empuja a seguir trabajando. Por supuesto mucho tiene que ver la amistad que tienen, pues se requiere mucho de esto para trabajar en proyectos que darán frutos en unos cuantos años. Renato define su relación a la perfección. “Esto es como una boda entre cuatro, es como tener una banda, tienes que ser muy amigo de todos”.