Por Caridad Vela
Analítico, emprendedor y académicamente muy bien preparado es Juan Carlos Holguín, candidato a la alcaldía del Distrito Metropolitano de Quito. La madurez de su proceso mental contrasta con su juventud e impresiona por lo profundo de su análisis. La objetividad con la que enfoca su pensamiento es resultado de un proceso de inmersión en diversos temas para conocerlos a fondo. Es cauto y apasionado, una dualidad equilibrada que logra lo mejor de sí.
Su innegable juventud es criticada por muchos, mientras paralelamente se objeta la edad avanzada de otros. Siempre habrá extremos cuando se busca defectos, pero lo cierto es que en este caso la juventud denota optimismo y ganas de volver a empezar. Sí, volver a empezar es necesario, para rescatar una ciudad ubicada en el limbo de inacción.
Es emprendedor por convicción. Juan Carlos creó su primera empresa a los 18 años mientras había dejado sus estudios universitarios en pausa. A los 24 años había engrosado su hoja de vida con una importante trayectoria empresarial, y retomó los estudios universitarios a distancia en la Universidad San Francisco de Quito, en la carrera de Comunicación. Posteriormente obtuvo un postgrado en Argentina, en Administración del Deporte, y luego accedió a una beca de la Fundación Konrad Adenauer para la Universidad de Georgetown, donde estudió Políticas Públicas. Al momento está por terminar un Doctorado en Gobierno (PHD) en la Universidad de Navarra, España.
¿Qué lo lleva al ámbito político?
Empecé a trabajar y a emprender muy joven. Entendí temprano que todo lo que hagamos desde el sector privado termina siendo afectado por lo que pasa en el ámbito público. El año 2006 llegó con un proyecto político que ponía en riesgo muchos de los pocos avances que había tenido Ecuador a raíz de la dolarización. Entre ellos, un dedo señalando que la iniciativa privada era la causante de los problemas del país, mientras priorizaba la visión de que el estatismo tenía que ser el único camino de desarrollo. Fue cuando tomé la decisión de actuar, porque los puestos que uno no los ocupa son tomados por políticos de profesión.
Pero no todos los políticos son negativos…
De ninguna manera. En mi vida tuve excelentes referentes, personas que tienen vida empresarial muy exitosa pero tuvieron la vocación pública de trabajar por su ciudad. Por ejemplo Roque Sevilla y Rodrigo Paz. Entender esa vocación despertó en mí la decisión de formarme para lo público, y dar paso a mi primera participación electoral en un contexto muy difícil, no solo para la iniciativa privada, sino también para los jóvenes. Debemos encontrar soluciones para el crítico escenario actual, pero sin dejar de soñar en los próximos 20 o 25 años.
Empecemos por la situación actual. ¿Basura?
Terminando el año 2018 estamos discutiendo sobre cómo recoger la basura. Es vergonzoso, sobre todo porque este problema lo teníamos solucionado hasta hace pocos años, fruto de una gestión administrativa bien encaminada. En el mundo entero la basura es un gran negocio para la iniciativa privada, siempre con controles muy fuertes desde lo público, pero sin empresas públicas que no saben cómo gestionarla. Este aspecto puede inclusive motivar la creación de emprendimientos que compitan con Emaseo.
¿Movilidad?
Durante los últimos 10 años hemos discutido el Metro. La ciudad se volvió Metro- dependiente en su visión y en todas sus políticas. El Metro nació de un decreto ejecutivo del ex presidente Correa y esta ciudad lo absorbió como propio, irresponsablemente, sin planificación real siquiera del cálculo de pasajeros que llevaría, pero es una realidad que nos deja una obra de más de $2.000 millones.
¿Cómo mantenerlo?
Para que funcione y no marque la quiebra de la ciudad hay que consolidar el sistema multimodal de transporte, pero poniendo una vara muy alta. Hay que crear un modelo de renegociación innovador con el transporte privado de uso público (buses), que tiene más de 255 rutas, de las cuales 180 pasan por el Centro Histórico, vacíos la mayor parte del tiempo. Hace 20 años Quito fue líder regional en transporte eléctrico, hoy nos contentamos porque circuló hace algunos meses un bus eléctrico. En la próxima década el 100% debe ser eléctrico. El transporte público en Quito se pagaba con tarjeta magnética en la década de los 90, y hoy volvemos a depender de una moneda de 25 centavos. No podemos seguir regresando al pasado, es momento de marcar una visión de innovación.
¿Tramitología?
Tenemos una ciudad con 295 trámites que empiezan con la frase “ingrese en ventanilla”. Eso es inaudito en el siglo 21, sobre todo teniendo una de las ventajas competitivas más importantes: uno de los índices más altos de la región en uso de teléfonos inteligentes entre los ciudadanos, y por eso hay que cambiar, pensando en innovación como eje de desarrollo de los próximos años. No hay rechazo a la tecnología ni siquiera entre adultos mayores, pero hay desconocimiento del concepto y de las bondadosas consecuencias que tiene.
¿Burocracia?
Recibiremos un municipio con 20.000 funcionarios fijos, y alrededor de 5.000 más que están bajo servicios profesionales con contrato. Sin embargo, en términos de burocracia, hay que separar al servidor municipal del empleado político-municipal. El primero siempre ha sido ejemplar; el segundo es el lamentable resultado de las últimas dos administraciones que politizaron la administración y la inflaron por cuotas políticas. La reducción empezará con los que ingresaron sin convicción de servir, no tienen formación en función pública, y no pertenecen al servicio municipalista. También hay que dialogar con quienes están a puertas de una jubilación para llegar acuerdos y comprar renuncias voluntarias a través de créditos con multilaterales que apoyan procesos de innovación en estructuras de gobernanza.
¿Estructura del Concejo Municipal?
Otro problema heredado de la década pasada. La planificación de la estructura municipal se dio desde Senplades, y el último alcalde no hizo ningún cambio. Gracias a ese error tenemos un Concejo Metropolitano con más sentido de poder que de servicio. Muchos candidatos hemos hablado positivamente sobre un estatuto autonómico como herramienta para hacer un cambio estructural en el municipio, para que los concejales se dediquen a fiscalizar y legislar, y que el ejecutivo tenga potestad bastante firme para llevar a cabo la visión de ciudad.
¿Aprobación de proyectos?
En el campo inmobiliario hay más de mil millones de dólares represados esperando aprobaciones que terminan en manos de un concejal con intereses particulares. Es inaudito. Incluso se requieren inspecciones en aspectos regidos por más de una normativa, y por ello la aprobación queda a discreción del inspector. Eso debe cambiar con tecnología. Sorprende que en Estados Unidos sea el software elaborado por un ecuatoriano el que está cambiando los procesos de catastro, de cambio de uso de suelo, de compra de edificabilidad, etc. En la administración municipal hay más de 20 sistemas informáticos que no son compatibles entre sí, y eso es un detonante de la problemática que termina sufriendo el ciudadano.
¿Planificación urbana?
Todos los alcaldes han destinado recursos para consultorías de grandes proyectos de planificación urbana. Paco Moncayo presentó el Plan Equinoccio, ahora tenemos un Plan 2040, dos documentos teóricos guardados en un cajón porque la dinámica privada, la dinámica de la ciudad, es otra. Si las ciudades no proponen obras que sean imanes de inversión, caemos en manos de especuladores. El Parque Lago en el Bicentenario es un clarísimo ejemplo. Se nos ofreció un gran parque que costaba cientos de millones de dólares, la ciudad no lo pudo construir, y terminó siendo un aparataje especulativo de tierras. Hay que desactivar esa ordenanza blindada porque económicamente es irreal que la ciudad tenga un parque de esas características, pero debemos dar a esa zona un imán interesante para que la gente no siga migrando a la periferia. Pensar en vivienda social, por ejemplo, ahora incentivada por una positiva política pública del gobierno nacional, que nos permita recuperar una densificación en la clase media y media baja.
¿Por qué se debe “comprar” altura cuando debería ser motivada para conseguir el objetivo municipal de densificación en altura?
El pago coarta la libertad de iniciativa y se convierte en foco de corrupción. En este tema de compra de altura tenemos una normativa con contradicciones muy grandes, que lejos de fortalecer lo que debemos motivar, lo entorpece. Debe haber libertad para que el promotor tenga rentabilidad en sus proyectos, para que se motive a construirlos, y eso tiene que ver con mayor edificabilidad, con mayor número de pisos, sin necesidad de negociaciones. La propuesta sería que en esos proyectos de mayor altura se incluya vivienda económica de calidad, de hasta $90.000, para atender a todos los segmentos de la población.
¿Manejará una política de puertas abiertas con la empresa privada?
Cuando el sector privado tiene vocación para construir el bien común, y la mayoría de empresarios la tiene, el único camino de desarrollo que tenemos es que esa iniciativa privada tenga libertad, facilidad e incentivos para desarrollar ciudad. En los últimos diez años una gran cantidad de industrias grandes salieron del distrito porque desde un escritorio se dijo cuáles eran las tres zonas industriales, y no tenían agua ni vías de acceso. ¿El resultado? Pérdida en el dinamismo productivo de la ciudad y en la creación de empleo digno. Necesitamos construir en conjunto una ciudad para el desarrollo económico, que debería ser el eje de cualquier plan de desarrollo urbano, que va más allá de pensar solamente en lo arquitectónico.
¿Cómo estará integrada su lista de concejales?
Por personas de altísimo calibre y enorme compromiso de trabajo por la ciudad. En el ámbito del Concejo Municipal tengo una idea, tomando como antecedente a la comisión taurina, que es la única en el municipio que no estuvo integrada exclusivamente por concejales. Este modelo evitaría la absurda politización y limitará el poder de los concejales porque integrará ciudadanos. Además, vamos a proponer la creación de una comisión especial para proyectos urbanísticos especiales, que la integren el alcalde y dos concejales, y se complete con la presencia del Presidente de la Cámara de Comercio de Quito y el Presidente de la Cámara de Construcción de Pichincha. De esa manera podemos tener un modelo de desarrollo público-privado que permita facilitar iniciativas privadas en la ciudad.
¿Conclusión?
Quito necesita generar empleo, necesita volver a ser un eje productivo. No es posible que tengamos la tasa más grande de desempleo. Necesitamos fomentar industrias como la construcción, servicios, manufactura, para que sean los tres ejes de generación de empleo digno. Esa es la mejor política social que puede tener un municipio. Hay que transformar la cultura burocrática, abrir nuevas entidades colaboradoras y crecer su ámbito de acción, para que ejecuten casi todos los procesos de un permiso de construcción. La innovación es el camino.