Por Caridad Vela
Sabios e intelectuales divagan en el discernimiento de los significados de arquitectura. ¿Es una manifestación de arte? ¿Una reproducción del orden de la vida? ¿Adorno en el paisaje? ¿O es la perfección manifestada en la proporción de sus componentes?
Conceptos y criterios abundan. Lo cierto es que, en su nivel más básico, podría describirse como el juego armónico entre espacios y vacíos atados entre sí con encadenamientos estéticos y funcionales. Pero entramos en otra disyuntiva. Cómo definir armonía, estética o funcionalidad?
Todas estas inquietudes pensé resolverlas en esta entrevista con Philippe Starck y John Hitchcox. Para mi sorpresa, nada de eso importa en sus mentes. Huyen de los encasillamientos, desafían creencias, marcan su propio ritmo y se aterran con la sola idea de pensar en definiciones.
Brillan por su originalidad, por su habilidad de destrozar paradigmas; buscan impactar de inusitadas maneras haciendo que sus obras destaquen magistralmente en el horizonte de las ciudades que los acogen. Quito es una de ellas. Llegan al mismísimo centro del mundo de la mano de Constructora Uribe & Schwarzkopf, para dejar su huella en la vida de sus habitantes.
Juntos han construido 82 proyectos durante los casi 20 años que se mantienen en sociedad. Su filosofía se sostiene en conceptos casi etéreos: mística, felicidad, introspección y vida. Miden los resultados de su obra en las expresiones de la gente que habita sus espacios, mientras piensan en la humanidad como tal, sin enfocarse individualmente en cada ser humano. Son entes sociales que buscan interactuar, comunicarse, amar y sentir, y eso lo trasladan al diseño. Esa es la cuna de su inspiración.
Un maravilloso primer hito en su profesión lo marcan al lograr que el diseño deje de ser un privilegio elitista y sea un derecho de todos, por y para el bien de la humanidad. Según afirman, “solo unos pocos afortunados contrataban interioristas para lograr increíbles espacios, mientras que la gran masa vivía en espacios que obedecían a la estructura de la obra civil más que a una necesidad. Evidentemente las cosas han cambiado. Al visitar Yoo Quito y Yoo Cumbayá entendemos exactamente a lo que se refieren al decir que la sociedad merece espacios diseñados para la felicidad.
Su doctrina parte del convencimiento de que la humanidad es un plural, que las personas viven en comunidad, en comunicación y amistad, y que están en constante proceso evolutivo. En este sentido, hoy el reto es satisfacer las necesidades de la generación millennial. “Es un momento de transición donde las similitudes se mantienen, pero se transforman sobre una misma base emocional”, comentan.
Los millennials no quieren complicaciones y por eso prefieren áreas más pequeñas, pero completas y funcionales. A cambio de eso reclaman zonas comunales más grandes y mejor dotadas para interactuar con los vecinos. Les gusta compartir, eso es fundamental. “Luchan contra el efecto sicológico del falso poder que otorga la sensación de propiedad. Buscan alto sentido en la vida y momentos cotidianos muy especiales, esa es su terapia. Y están acertados”. John y Philippe trabajan para eso, para satisfacer sus aspiraciones con proyectos que lideran el proceso de cambio que brota de este nuevo paradigma.
La terraza en el último piso de Yoo Quito se asemeja más a una espectacular plaza en cualquier ciudad del primer mundo. Es amplia, extensa, con una vista que deja sin aliento por la majestuosidad de lo que abarca. En Yoo Cumbayá se vive un entorno que funde las necesidades sociales, profesionales y comerciales de los habitantes de la zona, con la posibilidad de satisfacer deliciosos antojos y caprichos del diario vivir. Innovación a diestra y siniestra.
Los dos proyectos sirven a comunidades diferentes. El mercado de Cumbayá es más joven, el de Quito algo más maduro, pero el factor común es que los dos proyectos fueron pensados en promover la interactividad entre los propietarios. “Al atravesar las puertas están entrando a su hogar, al lugar más importante en su vida. Este espacio es su estabilidad, su libertad, el amor y el calor de familia”. Así lo entienden ellos y así lo plasman en sus diseños.
Los espacios comunes despiertan emociones con decoración atractiva y absoluta funcionalidad, y son el mejor remedio para una de las mayores enfermedades que hoy sufre la humanidad: la depresión. “Nuestros ambientes son creados para dar felicidad, los elementos que incorporamos en los hogares influencian el estado de ánimo de las familias. En Yoo Quito puedes terminar un día estresante en el último piso y dar un “restart” a tu estado de ánimo”.
Buscando concluir llegamos a esto: “lo nuestro es más sobre humanidad que sobre arquitectura, es más sobre sensaciones que sobre ciencia. Queremos que el ser humano capte con el corazón, que tome decisiones entendiendo la conversión del valor monetario al valor sentimental”. La arquitectura de John y Philippe es un lenguaje que transmite en su propio estilo. Su obra no es moda, es filosofía de vida expresada en arquitectura.